Confirmado: volvieron los noventa, al menos en cierta oscura estética. Desde True Detective y el serial televisivo protagonizado por el doctor Lecter se nota un regreso a los entornos turbios, al morbo por los crímenes horrendos y las paredes manchadas de sangre. En la mente del asesino va en esa dirección con todos los puntos cardinales, especialmente por un Anthony Hopkins que recrea en negativo a su criatura más recordada. Su John Clancy es como Hannibal de El silencio de los inocentes, pero en reversa. Un viejo amigo, el agente Joe Merryweather (Jeffrey Dean Morgan) le pide ayuda para resolver una serie de asesinatos similares, donde las víctimas aparecen apuñaladas en la espina dorsal y presentan un aspecto de impavidez y desahogo. En Clancy hay otra marca que remite a los noventa. Similar a la protagonista de la serie Millenium, que revive el sufrimiento de las víctimas al tocarlas, Clancy percibe el patrón del asesino y el futuro de sus compañeros al menor contacto físico. En principio, la idea resulta atractiva, pero luego el clarividente y su némesis entablan una lucha más digna de The X-Men que de un thriller, y las buenas intenciones se empantanan.