Hay algo en el aire
El director brasileño Alfonso Poyart eligió el camino más complejo para narrar su segunda película, que marca además su debut en Hollywood. Y lo hizo en base a un guión de Ted Griffin, experimentado en el policial en sus distintas vertientes, desde el más duro, como “El engaño”, hasta el más irónico, como “La gran estafa”. La trama principal gira en torno a dos detectives desconcertados antes el modus operandi de un asesino serial. Cuando todas las posibilidades de perseguirlo con procedimiento razonables y científicos fracasan, deciden recurrir a un médico retirado que, además de su razón, tiene el don de la clarividencia hacia el pasado y el futuro. A partir de ese primer contacto se abren varias subtramas y descripciones de la vida cotidiana del trío protagónico que van entorpeciendo el buen ritmo del comienzo. Pese a los altibajos, logra brillar el siempre eficiente Anthony Hopkins. Con una sola palabra o su mirada es capaz de sortear la previsibilidad del relato y sostener la lenta declinación de un filme con potencial y que merecía otros resultados. Lo acompaña de lejos Colin Farrell, en un contrapunto que podría haberse explotado mejor.