Los policías más buenos del mundo...
David Ayer comenzó su carrera en Hollywood guionando la bélica U-571, después incursionó en la saga Rápido y furioso y -más tarde- en Día de entrenamiento y Dark Blue, dos policiales ríspidos, incómodos y notablemente eficaces. Cuesta creer que esa misma persona sea hoy el director de un institucional burdo, obvio, estereotipado y canchero como En la mira.
El film sigue a Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), dos policías de Los Angeles que son nobles, rectos, simpáticos, responsables y, por sobre todo, muy amigos. La voz en off del comienzo aclara el orgullo enorme que sienten por servir a quienes vayan por la buena senda, al tiempo que las imágenes los muestran disparando a mansalva contra un par de sospechosos. Porque la muerte es buena y se justifica, siempre y cuando las víctimas porten tez trigueña, acento foráneo o simplemente se alejen del camino correcto.
Taylor anda siempre con una camarita en mano para filmar la cotidianeidad del oficio y completar así un proyecto que nunca termina de definirse. Lo que al fin de cuentas importa poco, ya que esos registros “caseros” le dan a Ayer carta blanca para intentar insuflarle vértigo y urgencia al relato, además de posicionar al espectador desde un punto de vista unívoco. Los motivos por los que apenas pasados un par de minutos se rompa esa idea formal introduciendo una cámara extemporánea a esa lógica es algo que el film prefiere no explicar, como así tampoco la presencia de música extradiegética sólo en la última parte del metraje
La prioridad absoluta de la vocación de servicio los lleva a involucrarse con un red de narcotráfico integrada -obviamente- por mexicanos. Mexicanos que son, como era de esperarse, muy malos, crueles, sádicos y con muy mala puntería (cinco matones con AK-47 son incapaces de matarlos). Todos los mexicanos menos Zavala, claro, que es un hombre de familia con esposa e hija a las que ama. Taylor, en cambio, está empezando una relación con Janet, interpretada por Anna Kendrick, la actriz con más cara de buena del mundo.
Así, entre diálogos casuales durante los patrullajes y actividades extracurriculares compartidas, Ayer patentiza la construcción de una bonhomía tan íntegra, vocacional e incorruptible (ver el rescate entre las llamas), como falta de matices o de carnadura humana. Todo lo contrario al detective Harris de Día de entrenamiento, por ejemplo. El resultado es una panegírico que molesta no sólo por su ideología (cada quien es libre de pensar lo que quiera respecto al monopolio policiaco de la violencia) sino por la crasitud y evidencia del dispositivo. La dedicación a los oficiales norteamericanos sobre el final de los créditos es la triste comprobación de que el cine, en este caso, fue lo de menos.