Paisajes y montajes indómitos
En la Puna es un documental observacional que intenta retratar la vida los habitantes de un pequeño caserío de Pozuelos al norte de Argentina. Debo decir que sus logros son muchos: un memorable trabajo fotográfico así como una latente inquietud por parte de su director Lucas Riselli para plasmar en la pantalla la cotidianeidad que conforma la vida de este indómito espacio.
De las muchas actividades que realizan los lugareños, Riselli se centra en una que marca una enorme distancia entre nosotros los citadinos y estos habitantes rurales, el culto a la muerte. Su película está llena de imágenes que plasman la organización de los velorios, los cánticos y ritos que conforman la celebración de los difuntos y encontramos en ellas la presencia de una otredad, tan lejana como incomprensible.
Sin embargo, existe un obstáculo que nos impide acercarnos a comprender con mayor plenitud lo que el documental nos plantea, y nada tiene que ver con la distancia social, geográfica o cultural que nos separa de estas poblaciones, sino más bien con una cuestión del ritmo y la temporalidad con las que realiza el montaje de sus planos.
El documental que se construye casi en su totalidad con tomas realizadas con cámara fija y planos generales, tiene una clara intención de colocarnos en una situación de contemplación: imponentes imágenes que son acompañadas en muchos casos únicamente por el sonido ambiente, plasmando con ello la magnificencia de un espacio en el que cualquier persona se sentiría minúscula e insignificante. No obstante, surge la complicación en tanto que la duración que le da a estas tomas y otras con las que enlaza las distintas situaciones, no alcanzan para realizar semejante actividad contemplativa, nos roba -por decirlo de alguna manera- el momento.
El sacarnos de este estado, o pararnos frente a él y no dejarnos disfrutarlo despoja a sus imágenes de su sentido más profundo, nos aleja de la posibilidad de achicar por nuestros propios medios esa distancia que nos separa del otro, construyendo en su lugar una idea de “punidad” que no sabemos muy bien cuánto tiene que ver con la realidad.
Es indudable que el director posee la confianza de los lugareños y que ha plasmado momentos hermosos que revelan las cualidades místicas que tiene este lugar (como la secuencia hacia el final de la pequeña llama que está muriendo), pero no le habría venido mal un poco más de espacio al espectador, para que encontrase a través del placer de la observación todo eso que de extraño y desconocido tiene esta región.