En Llamas es el segundo capítulo de la saga Los Juegos del Hambre. Es una franquicia basada en una serie de novelas juveniles escritas por Suzanne Collins, cuyos derechos cinematográficos fueron adquiridos con avidez por los popes de los estudios, deseosos de dar con la próxima saga millonaria de aventuras juveniles - al estilo de Crepúsculo o Harry Potter -. Las buenas nuevas es que la serie de Los Juegos del Hambre es mucho más consistente y apasionante que toneladas de material regurgitado - fantasioso, adolescente y romanticoide - que ha intentado prosperar por ahí, al estilo de The Mortal Instruments, La Huésped, Percy Jackson, etc. Y éste, su segundo capítulo, resulta ser una pieza formidable de estupendo cine. Es como si hubieran limado los detalles más bizarros o discutibles de la primera parte, y hubieran madurado en cada uno de los aspectos creativos e interpretativos, resultando en un show tan inteligente como excitante.
En sí, la saga de Los Juegos del Hambre no tiene nada de nuevo. Es una utopía alegórica, la cual trae a la palestra la ejecución de una serie de competencias brutales destinadas a entretener a las masas sumidas en la desesperanza de un futuro postapocaliptico - hay toneladas de filmes con el mismo tema, sea Rollerball, La Décima Victima o The Running Man -. No es mas que la adaptación moderna de la idea de Pan y Circo, implementada por los romanos en los tiempos anteriores a la llegada de Cristo. Aquí la excusa sirve para despacharse con una sátira alegórica respecto de las celebridades y el poder distrayente de los medios, utilizados como herramientas de propaganda del gobierno de turno - un concepto aplicado desde la época de los nazis hasta los gobiernos totalitarios de hoy en día -. Todos los personajes de clase alta son deformes, gente pasada de botox, lámparas de sol, dientes obscenamente blancos, maquillajes exagerados, y peinados estrambóticos teñidos con los más sicodélicos colores. Es la cultura de la bobada, viviendo en su mundo y dando excesiva importancia a detalles tremendamente banales, ajenos a la cruda realidad que se vive fuera de los estudios de televisión. Aquí todos los aspectos relacionados con los medios han sido pulidos - ya no es tan payasesco ni chocante, e incluso el fastidioso presentador que compone Stanley Tucci se ve mucho más digerible en el contexto que presenta este filme, que en sus apariciones en el primer capítulo de la saga -, y funcionan de manera mucho más cínica. Incluso los aspectos relacionados con el escenario de ciencia ficción han sido profundizados a un nivel admirable: aquí hay un gobierno realmente opresivo y violento, amoral y prepotente, que ha construído una maquinaria implacable en la cual se ven envueltos nuestros héroes. A su vez estos muchachos son personas realmente emocionales, individuos que han quedado dañados luego de verse obligados a masacrar a un grupo de adolescentes en las pasadas competencias, y que se ven inmersos en un giro histórico de los acontecimientos.... del cual no desean participar. Es tan formidable la manera en que el relato construye - de manera totalmente creíble - el lento y espontáneo crecimiento de Katniss como figura heroica y venerada por la resistencia... primero, al emocionarse en el recuerdo de aquellos caídos en el desesperante combate ocurrido en el año anterior (con la cual la gente toma, como gesto solidario, el saludo que ella hacía en los juegos, además del logo del Sinsajo, el pájaro que ama Katniss y que usa en un prendedor que siempre lleva puesto); luego, cuando comienza a despacharse con sus propios discursos, mucho más naturales y cargados de sinceridad, con lo cual reciben el afecto del público; y, cuando las cosas se empiezan a poner candentes, termina por plantarse frente a un brutal jefe militar, el cual está deshaciendo a latigazos a su novio en la plaza pública.... y cuya escena es vista por todos a través de la televisión. Ella es una heroína reluctante, una que no quiere abrazar el giro del destino que ellla misma ha desatado, y que quiere el refugio y el anonimato antes que embarcarse en una causa brutal - la incipiente revolución -, la cual anticipa dejar un reguero de cadáveres en la descomunal refriega que resultará inevitable.
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