Una aclaración, acaso, pertinente: vi LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS en su premiere italiana, con un público compuesto en gran mayoría por fans adolescentes de la saga, de esos (esas, en realidad) que aplauden cada frase contundente, vitorean a los personajes y festejan ruidosamente cada escena que les resulta satisfactoria. Normalmente, ese tipo de despliegue de fanatismo me es contraproducente, me vuelvo fácilmente irritable y eso se traduce en que la película en cuestión termina fastidiándome. Sin embargo, esta vez no me sucedió. El filme dirigido por Francis Lawrence y protagonizado por Jennifer Lawrence (sin parentesco alguno) es un bastante efectivo y políticamente inquietante entretenimiento masivo, de esos que están a la altura de la atención que merecen. Y al final daba ganas de sumarse a la emoción de los fans.
Imagino, claro, que la atención que genera el filme no está relacionada con su casi pedido de levantamiento juvenil contra ningún tipo de poder dominante. Al contrario: la triste ironía de estas películas con mensajes supuestamente contestatarios es que se hacen desde las tripas de máquinas promocionales bastante similares a las que las películas critican. Ver a la propia Jennifer, unas horas antes de la proyección, dando respuestas ensayadas de ocasión en la conferencia de prensa para promocionar el filme, es muy parecido a ver a Katniss (su personaje en el filme) presentándose con una falsa sonrisa en el show televisivo que precede al inicio de los “juegos de hambre” en cuestión.
the hunger games CatchingFireEn medio de esa contradicción que ofrecen ambos eventos (la promoción de la película en la realidad y la de los juegos en la ficción) es donde aparecen los pliegues más interesantes de esta extraña cultura del espectáculo en la que vivimos, cultura que es capaz de producir extravagantes y efectivos eventos que se critican a sí mismos mientras, cínicamente, se llevan millones de dólares amparados en esa falsa toma de conciencia.
En esos cruces vive HUNGER GAMES, acaso la saga adolescente más exitosa de los últimos años, una capaz de popularizar un género literario (el YA, por “Young Adult”, las novelas para jóvenes adultos) y repetir la conquista en el cine. En su segundo episodio, Katniss y Peeta –los ganadores de los juegos en la primera película- son usados para promocionar a las autoridades recorriendo los doce distritos en los que se divide Panem en un bastante patético “Victory Tour” que empieza a complicarse cuando, a su paso, los distintos pueblos comienzan a manifestar su descontento con las autoridades siendo furiosamente reprimidos.
En un caso metódico de distracción, al Presidente Snow (Donald Sutherland) no le queda otra que sacar de la galera una nueva competición que se hace cada 25 años y que reúne a los últimos ganadores de cada distrito. Esta especie de Champions League de los Juegos del Hambre será el escenario en el que volverán Katniss y Peeta a enfrentarse a otros vecinos igualmente desesperados. Sólo que esta vez todos ellos serán más conscientes de las dimensiones políticas de sus disputas y tratarán de aliarse no solo para sobrevivir sino para intentar modificar las reglas.
the_hunger_games_catching_fireUna película claramente dividida en dos mitades, arranca explorando los personajes, generando un crescendo político claro y marcando el escenario para lo que vendrá después: unos juegos endiablados en los que el enemigo es más claramente el “dueño del circo” que los otros leones, ya que no muchos de ellos parecen entusiasmados por aniquilarse entre sí. En un mecanismo que parece pensado por Foucault, los “survivors” de este juego entenderán que la única batalla posible es contra los organizadores.
La película funciona muy bien y es clara la intención de Lawrence de imitar a EL IMPERIO CONTRAATACA desde cuestiones estéticas hasta en la densidad política y oscuridad de buena parte de la narración (y ni hablar del final a media res) pasando por alguna sorpresa inesperada en la trama. El director se toma su tiempo, acaso demasiado, para explayar las relaciones entre los personajes (ya es un cuadrangular amoroso entre Katniss, Peeta, Gale y el recién llegado y “fan favorite” Finnick), hacer crecer el subtexto político, dar lugar a un ejército de secundarios (Sutherland, Woody Harrelson, Stanley Tucci, Philip Seymour Hoffman, Elizabeth Banks, Jeffrey Wright, Jena Malone y otros) y, finalmente, elaborar una serie de secuencias de acción y suspenso bastante intensas en medio de la jungla.
Jennifer Lawrence, la nueva e incandescente estrella de Hollywood (en Roma empequeñeció con su presencia a Scarlett Johansson), en cierto sentido encarna a la perfección a la protagonista: rebelde pero controlada, fastidiada por la presión pero incapaz de quebrar el modelo impuesto, dando la sensación de estar a punto de explotar en cualquier momento. Se podría pensar en decenas de paralelos entre la actriz y el personaje. De hecho, uno imagina que, cuando J.Law quiebre, se le dará por lanzarle flechas envenenadas a los productores de Hollywood, casi pidiendo a gritos abandonar el rol de superstar y volver a ser esa chica de barrio que tanto parece extrañar. Mientras tanto, y por motivos mucho más mundanos que los de Katniss, la ganadora del Oscar sigue saludando y sonriendo mientras gira por el mundo en su propio Victory Tour. Mientras sea con películas tan efectivas como ésta, la gira tiene para rato.