Una aventura distópica que crece
Cuando Suzanne Collins inició la saga literaria de Los Juegos del Hambre, el mercado se encontraba ávido de productos que sanaran la orfandad que había dejado el fin de la era Harry Potter en el público adolescente.
En los últimos años, contrariamente a lo que se supone, se forjó un público de lectores fieles a los relatos de aventuras con toques de ciencia ficción, que siempre es tenido en cuenta por la industria al momento de encarar las adaptaciones cinematográficas de los éxitos editoriales. Particularmente la obra de Collins posee un perfil propio: las relaciones interpersonales no son el motor del relato (a diferencia del edulcorado romance religioso insatisfecho de Crepúsculo), su universo narrativo no es mágico y menos aun empático, portando características casi apocalípticas...