Jonah Hill, aquel actor que supo estar en tantas comedias norteamericanas que exploraban la adolescencia (“Supercool”, “Comando especial”, “Este es el fin”), y luego jugándosela con papeles serios que lo llevaron a estar dos veces nominado al Óscar (“Moneyball” y “El lobo de Wall Street”),
pega ahora el salto a la silla de director con su ópera prima “Mid90s”.
La A24 ha encontrado un terreno cómodo en la producción de los coming of age, películas sobre el crecimiento y la adolescencia. Desde “Lady Bird”, pasando por “Eighth Grade” y la próxima en estrenarse, “Booksmart”, hay un sendero de muy buenas películas que la marcan definitivamente
como una garantía de la casa. Y en ese sentido, la ópera prima de Hill, lo ratifica.
El film transcurre en la ciudad de Los Ángeles, años 90. Allí seguimos la vida de Stevie, un niño de 13 años que se pasa sus días lidiando con los conflictos hogareños (madre ausente, hermano abusivo), y andando en skate con un nuevo grupo de amigos mayores que él.
Sin grandes pretensiones ni alardes, Jonah Hill debuta con un film minúsculo en despliegue y construido casi enteramente por planos fijos. “Mid90s” hace de su austeridad, el mejor aliado para narrar un coming of age con mucho espíritu al cine realizado en los noventa. Lo bueno es que no se trata de una de esas cintas que se hunde en la nostalgia barata. El director toma como gran referente la cinta de Larry Clark, “Kids”, y la música de aquellos años (GZA, Misfits, Nirvana, etc), pero nunca ata su historia a la nostalgia gratuita.
Corta pero contundente, “Mid90s” tiene una duración de ‘apenas’ 80 minutos, pero a no confundirse, se trata de una película de una intensidad que se fortalece en esa simple, pero muy compacta historia.
Los conflictos dramáticos empiezan a caer en la segunda mitad, pero cuando cualquier film podría derrapar con golpes bajos, no lo hace. Estamos ante un relato de autodestrucción adolescente que toca márgenes peligrosos, arriesgados, pero muy bien surtidos por una dirección lo suficientemente madura para conservar la prolijidad.
El pequeño Sunny Suljic se marca una actuación consagratoria llevando todo el peso dramático de una película plagada de realismo y crudeza. El que si está un poco desaprovechado es Lucas Hedges, que interpreta a un personaje menor y no demasiado desarrollado a lo largo del metraje.
Filmada en 16 mm y con una pantalla angosta de 4:33, Jonah Hill logró una ópera prima prometedora en la que ha demostrado saber que decisiones tomar para lo que busca narrar. Por lo pronto, Hill ya es un cineasta digno de ser observado a futuro.