Mundo nuevo
Iniciaciones y muestras de valentía son el pasaje a la adultez de Stevie en la soleada Los Ángeles. Así es En los 90, el debut de Jonah Hill como director.
Mientras suena “Wave Of Mutilation”, de Los Pixies, Ian le ofrece a su hermano menor Stevie: “Te puedo cambiar la patineta por el Discman”. “No, cualquier cosa menos el Disman”, grita Stevie. Stevie (Sunny Suljic, de The Killing Of A Sacred Deer) es un adolescente temprano, un chico de gorrita, probablemente de 13, aunque parece más chico, y recibe el acoso permanente del bully Ian (Lucas Hodges en un duro papel inusual). Palizas, negocios injustos, el doble de estatura. Con Dabney (Katherine Waterston), su madre separada –o soltera–, la cosa no es mucho mejor. Dabney es una madre ausente, inconsecuente en su crianza, y para llevar las riendas sólo sabe recurrir a los viejos valores. Pero en su vida privada, Dabney es inconsecuente; Ian y Stevie lo resienten. Ian seguirá una vida solitaria, enojado con el mundo. Stevie encontrará la solución en un intermitente escape: la pista de skate.
Para su debut como director, Jonah Hill comenzó a escribir el guion de Mid90s (título original) a inicios de 2016 y a mediados del año siguiente tenía a todo el reparto. Acorde al supuesto de que las décadas tardan 20 años en recuperarse, se supone que para entonces los noventa ya debían estar de moda, pero no. Stranger Things era el obelisco simbólico de que lo ochenta aún dominaban. ¿Qué hizo que Hill situara su historia en esa década? Hay canciones de Jeru The Damaja, Nirvana, un tardío Bad Brains y Cypress Hill. Sin embargo, el guionista y director no satura la cinta de marcas temporales. Sus intervenciones son sutiles. Un formato en 4:3, colores algo opacos, mucha luz y escasa definición. En los 90 es casi una cinta low fi. Y las canciones son matizadas con una banda sonora coescrita entre Trent Reznor y Atticus Ross, quienes ya colaboraron en The Vietnam War (Ken Burns, 2017), entre otros trabajos. ¿Por qué Hill situó su historia en esa década? Probablemente porque Hill (35 años) tenía la misma edad que Stevie a mediados de los noventa.
Para debutar con un cambio de contexto tan grande, sin recursos dramáticos, debe haber cierta nostalgia, y algo de eso trasuntan las imágenes de En los 90. A diferencia de la mayoría de las películas sobre el coming of age –expresión anglo que transmite de modo algo más poético el pasaje a la adultez–, Stevie no se muestra desesperado por pertenecer a la tribu de skaters que encuentra patinando a pocas cuadras de su casa, en una especie de abandonado mall. El pequeño Suljic le denota a su personaje expresiones de sorpresa, emoción, cosas con que paliar su desencanto. La identificación con un grupo puede ocurrir entre la adolescencia y la temprana juventud, pero casi siempre con pares de una edad relativa. En el caso de Stevie, ocurre un enamoramiento. Primero es el acercamiento a Ruben (Gio Galicia), alguien cercano en edad, que se transforma en el puente para llegar a la pareja real de la tribu: Ray (Na-Kel Smith), virtuoso y responsable, y su ladero Fuckshit (Olan Prenatt), de rastas rubias, alcohólico y fiestero. Fourth Grade (Ryder McLaughlin), el único blanco del grupo, es también el único testimonio de la época. Con su hand-held camera se ocupa de testimoniar todos los saltos y aventuras de su tribu. Es un testigo pasivo, lento, cuyo hilo tiene un sostén fraternal y cierta condescendencia.
Stevie se atreve a probar su hombría. Más que sus propios compañeros, más grandes que él. Su audacia de la galera lo lleva a realizar un salto crucial, innecesario, que casi le cuesta la vida. Con dos remeras chupándole la sangre de la cabeza, Stevie regresa a su casa y horroriza a Dabney. Su mamá lo sube al auto y lo lleva al negocio de skate donde se reúne la tribu. Dabney ataca al grupo y degrada a Stevie frente a sus pares, lo cual desata una crisis emocional. Hay una escena hermosa, profunda y emotiva, donde Ray sale de su rol de skater modelo. Es una charla donde Ray pone a Stevie frente a la realidad. “Muchas veces pensamos que nuestra vida es la peor. Pero si mirás en el armario de los demás, no cambiarías tu mierda por la de otros”. Mirá a Fourth Grade, le dice. Es uno de los tipos más pobres que conozco. No tiene ni para comprar un par de medias. Y Ruben, que se escapa con ellos para zafar de los golpes de la mamá. Y Ray lo mismo. Su hermano menor fue atropellado tres años atrás. Fue Fuckshit quien lo sacó del pozo. Y ahora está nuevamente orbitando. El skate no es su estilo de vida. Es su única salvación.
El duelo subyacente entre Stevie y Ruben es también típico –pero no menor su inclusión– en un film coming of age. Ruben fue el primero en llegar a Ray y Fuckshit, el mayor de los dos, el que introdujo a Stevie, y resiente que el más chico se haya ganado el favoritismo a costa de su mayor carisma. Hill maneja esa tensión con delicadeza, hasta pareciera que con oficio, hasta que todo se desmadra en una secuencia innecesaria, que sin embargo es el disparador para el momento neurálgico de la película. Mucho antes, al inicio –en una secuencia iniciática–, el mismo Ruben le daba a Stevie los códigos de la adultez: “No me agradezcas, no está bueno hacerlo”, dice, como algo uncool, digno de debilidad. Pero cuando Ray le regala una tabla nueva, deshace las reglas: “Está bueno que agradezcas”, le sonríe a Stevie. No hay códigos en el mundo nuevo, donde reina la subjetividad.
Jonah Hill incluso le permite a su protagonista tener una tenue iniciación sexual. Muestra una de las puertas más que se le ofrecen, que aparecen con la fuerza inigualable de la primera vez, y que resulta preciso no dejar pasar. En los 90 es un prisma que devuelve imágenes de varias películas: Boyhood (Richard Linklater, 2014), The Myth Of The American Sleepover (David Robert Mitchell, 2011), Kids (Larry Clark, 1995), Paranoid Park (Gus Van Sant, 2008). Pero es al mismo tiempo monolítica, dueña de su propio relato, encantadora, conmovedora y humana. Un auspicioso debut, en todos los sentidos.