Un film contado como se cuentan las memorias y con una solidez que sorprende por tratarse de una opera prima. Calidad para aplaudir.
Rareza que lleguen a estrenarse películas como esta, una comedia dramática realista ambientada en los EE.UU. de los años noventa (claro que de allí viene el título) y que está mucho más cerca de “Los 400 golpes” que de “Avengers”. Pero aquí está y, dada la calidad del film, es para aplaudir.
Es la opera prima de Jonah Hill, el comediante al que van a recordar como amigo de Di Caprio en “El Lobo de Wall Street”, pero que es parte de una generación que cambió la comedia cinematográfica cuestionando lugares comunes.
La historia de un chico en su adolescencia, entre skates, amigos y desencantos, contado como se cuentan las memorias y con una solidez que sorprende por tratarse de una opera prima.
Es una película de autor en el sentido más noble: una persona tratando de comunicar, como en un diálogo entre amigos, sus recuerdos y sus ideas. La ternura de la película no es forzada, y está matizada con ironía.