Stevie, un chico de 13 años que vive en el Los Ángeles de los años 90, pasa el verano lidiando con los problemas de su vida familiar y el nuevo grupo de amigos que encuentra en la tienda de skate de Motor Avenue. Entre la violencia, las drogas y la búsqueda de identidad aparecen en toda la película que describe el mundo de los skaters. Pero si bien nada es tomado a la ligera, tampoco hay una carga moralista en la historia ni se cae en manipulaciones ideológicas.
La ópera primera de Jonah Hill tiene el tono justo para describir ese mundo y comprender los deseos del adolescente protagonista. Nada es idealizado, todo se observa con crudeza y autenticidad, logrando entrar en el mundo de Stevie y comprender como se mueve el tímido joven para abrirse paso y conseguir un espacio de pertenencia.
Es muy difícil conseguir que un universo se vea tan verdadero, que se pueda observar todo con tanta amplitud de mirada, logrando que la historia resulte atrapante, pasando de la angustia a la emoción sin que se vea jamás una mirada manipuladora por parte de su director.