El nombre de Nicholas Spark se hizo fuerte en el mundo de Hollywood cuando la adaptación de su novela The Notebook se convirtió en un sorpresivo éxito y referencia romántica imbatible, aún entre ambos sexos.
De eso hace ya doce años, anteriormente se habían llevado al cine otras dos de sus novelas, y desde 2008 es una suerte de clásico esperar una película de una novela suya por año, como el Woody Allen anual, o la de Disney para las vacaciones de invierno.
El asunto es que Allen y Disney renuevan esas esperanzas cada año superándose o manteniéndose, el caso de Nicholas Spark es extraño porque desde aquel taquillazo de 2004, ninguna de esas películas estuvieron a nivel, pero ni cerca.
Todo esto a cuenta de que se acerca San Valentín y ya tenemos nuestro Spark de 2016, en este caso, En nombre del amor, dirigida por un tal Ross Katz, algo más conocido como productor. Adentrémonos en el manual básico de película romántica.
Travis y Gabby (Benjamin Walker y Teresa Palmer, respectivamente) son vecinos, él es veterinario, ella pediatra. Supuestamente son opuestos, aunque la atracción es inmediata. Él es alocado y quiere seguir siéndolo, ella es algo más centrada aunque tampoco se compromete demasiado.
Ah, el amor, el amor, cuando toque a sus puertas querrán cambiarlo todo, pero como esto es un drama, y si ya vieron o leyeron algo de Spark al hombre le gusta ser un poco tortuoso, nada les será tan sencillo, infortunios varios, personajes en el medio, decisiones erróneas, de todo deberán atravesar para lograr estar juntos. Dejemos un poco de intriga, aunque si ya vieron el muy revelador tráiler, nada queda por decir.
En nombre del amor no presenta sorpresas, se le puede criticar todo tipo de asuntos, que hay personajes que hablan con un muy recalcado acento sureño y otros de la misma sangre no; que todos son unidimensionales, que la química entre Walker y Palmer no es abundante, que los secundarios no terminan de explotar, que se puede adivinar cada una de las escenas, y como consecuente es un cúmulo de clichés.
Por otro lado es innegable que estas películas tienen un público fiel, que caen bien en estrenarse cerca de estas fechas de romances y parejas florecientes, y que, en definitiva, no es peor que las anteriores películas alla Spark (quizás, sí podríamos decir que no tiene demasiado para narrar, ni en lo emocional).
Un público que difícilmente ahonde en los detalles a corregir, y que espere el beso de los protagonistas para repetir con quien tenga en la butaca de al lado. The Notebook se convirtió en lo que es porque abundaban las buenas labores, tanto delante como detrás de cámara, algo que en En el nombre del amor no se vislumbra más allá de aparecer algún actor de renombre como Tom Wilkinson, en total piloto automático. Pareciera que no lo necesita, que puede conformarse con ser una más de las románticas de temporada, una tarea que cumple sin sobrarle nada.