Es guión está vivo
Cuando vimos Oki’s movie (2010) tres años atrás en Mar del Plata, hablamos de la ligereza en el abordaje de las relaciones sentimentales y las charlas perspicaces entre personajes queribles como rasgos reconocibles en Hong Sang-soo (1960, Seúl, Corea), director que recién ahora logra estrenar comercialmente en nuestro país uno de los trece largometrajes que tiene en su haber (seguramente por estar protagonizado por una conocida actriz europea).
En otro país comienza con una circunstancia trivial: para olvidar un problema familiar una chica se dispone a escribir -con papel y birome, en un sitio indefinido y sin romanticismo alguno- un guión para una película. Es la excusa de la que se sirve Sang-soo para jugar con las posibilidades que le brindan personajes y situaciones, como si ese proyecto de guión fuera un organismo vivo que coletea, se aquieta, repentinamente recobra energía o adopta giros imprevisibles. Lo que el director coreano mantiene es un pequeño conjunto de individuos (una mujer francesa llamada Anne, un extrovertido guardavidas, un director de cine y su esposa embarazada) y lugares (un precario alojamiento cerca del mar en Mohang, ciudad siempre gris y ventosa), armando y desarmando con ellos distintas historias en las que roles, expectativas y deseos van cambiando. Circunstancialmente se agregan otros personajes que contribuyen a dar forma a esos bosquejos narrativos ligeramente graciosos, que pueden divertir o desconcertar al espectador.
El estilo de la realización es sencillo, pero una mirada atenta permite descubrir que todo responde a una precisa planificación, con planos fijos y travellings trabajados en función de esa idea de repeticiones con variaciones o de los cambios de planes de la joven guionista, además de imprevistos zooms con los que el director pareciera estar diciendo a cada momento “Acerquémonos a ver qué pasa aquí”. Algunos episodios pueden ser vistos, a su vez, como sueños o puntos de vista diferentes ante un mismo hecho. Con perspicacia, estos merodeos encuentran un eco en los enredos provocados por encuentros entre personas de países diferentes, intentando comunicarse con palabras en distintos idiomas (inglés, francés, coreano). Un delicado leit-motiv musical sirve como separador de esos proto-relatos.
Tiene algo atemporal En otro país, confirmando que la preocupación de Song-soo no es el realismo sino aventurarse con sus personajes como quien entremezcla naipes en la baraja: los vestidos de Anne, el paraguas y la carpa, tanto como gestos y reacciones, resultan arquetípicos. En ningún momento se busca dar carnadura psicológica o dramática a la mujer y sus partenaires, por eso tampoco se emplean primeros planos.
Lo bueno es que no hay pedantería ni hermetismo en este ejercicio: En otro país transmite siempre frescura, simpatía, levedad. Uno de sus desafíos, además, ha sido conseguir que Isabelle Huppert se adapte admirablemente a ese tono. Lejos de Chabrol o Haneke, la excelente actriz francesa se muestra cordial y sin agobios a la vista, fumando despeinada o caminando graciosamente, por ejemplo en ese final (uno de los más encantadores del cine reciente) en el que recoge el paraguas que dejó por ahí un personaje anterior para tomar, decidida, quién sabe qué rumbo.