Tres veces Anne
El título de esta nota no hace alusión literalmente a aquella película emblemática de la generación del sesenta del cine argentino dirigida por David J Kohon, Tres veces Ana (1961), protagonizada por una jovencísima María Váner, sino porque en esta propuesta del realizador surcoreano Hong Sang-Soo el número tres es fundamental y el nombre Anne también.
El hilo conductor de En otro país es la construcción de un guión que escribe una alumna de cine para un cortometraje que va adquiriendo a lo largo del film diferentes caminos que conducen hacia un mismo lugar, pero en los que la protagonista Anne, interpretada siempre por la francesa Isabelle Huppert, en primera instancia busca algo en un espacio geográfico y cultural con el cual no se identifica en su carácter de extranjera y por otra parte se cruza en el camino de su búsqueda con una serie de personajes masculinos (dos directores de cine, un bañero) con los cuales atravesará distintos estadios de una historia amorosa.
Ese es a grandes rasgos el universo cinematográfico por donde fluye el relato, que además de apelar a los recursos habituales en la poética del director de Hahaha (2010) como el zoom rabioso para acercarse o alejarse de sus criaturas y la exposición del artificio –incluido la repetición de diálogos- como parte de un juego, explora con sutileza temas universales y espirituales, a saber, el amor, la soledad, la necesidad de parecer otra cosa a la que se es.
Las tres Anne que pululan por las calles del pueblo Mohang, con una playa; un bañero y un faro, necesitan de alguna manera hallar la guía para continuar con sus vidas. Ese faro que se anhela encontrar cual náufrago en el mar de las decepciones puede relacionarse con la búsqueda de la iluminación del budismo, así como la necesidad, bajo la misma premisa, del despojo para de cierta manera renovar el espíritu. No por casualidad la última historia de este trama circular enfrenta a la protagonista francesa –la barrera idiomática es otro indicio del descontento- con un monje budista, a quien le pregunta angustiada porqué tiene miedo y porqué miente.
La respuesta a esa inquietud es tan sencilla como profunda: usted tiene miedo porque tiene miedo. Tal vez Hong Sang-Soo desde su filmografía luminosa y sus historias pequeñas de charlas triviales, paseos íntimos y borracheras, intente hacerse la misma pregunta acerca del amor y en su contrapartida la derrota del amor para dibujar con una sonrisa agridulce y melancólica -como el leit motiv musical que introduce en cada segmento- un relato casi rosa atravesado por los mecanismos del subtexto y la meta narración para contar sencillamente la experiencia de enamorarse en un lugar lejano al que se llega buscando vaya a saber qué y sin saber a ciencia cierta si esa aventura tendrá o no su final feliz.