No se metan con una madre.
Ganadora del Globo de Oro a mejor película extranjera y obviada, incluso de la nominación, por los Oscar en esa misma categoría y a pesar de todos los pronósticos, En Pedazos es la nueva obra de Fatih Akin protagonizada por Diane Kruger en uno de los papeles más comprometidos de su carrera.
La película comienza con una estructura clásica de presentación de los personajes en un estilo prácticamente de “había una vez”. Pero esto está lejos de ser una fábula inocente propia de Esopo o Samaniego. Con quien nos encontramos es con Katja (Kruger), una madre de familia de mediana edad que supo tener su pasado oscuro, con temas de adicción a las drogas de por medio, pero que en el último tiempo ha encontrado la estabilidad emocional con base pura y exclusivamente en su marido y su pequeño hijo. La tragedia se hará presente en su vida cuando un atentado en el centro de Hamburgo acaba con las vidas de su esposo Nuri y su hijo Rocco.
En un análisis segmentado de la obra de Fatih Akin hay que decir que los méritos aparecen y en cantidad. Ahora bien, cuando la mirada sobre la película pasa a ser integradora es que aparecen algunas discordancias. Tenemos distintos momentos y ese adjetivo aplica en todas sus acepciones. Empezamos con la mencionada presentación de los personajes, siempre con el foco en Katja, pero con el cuidado suficiente para dejar en claro que esta reformada madre tuvo un problema de drogas en su juventud, que su esposo es de origen turco y cuando la conoció estaba en prisión por tráfico de drogas también, que los padres de Katja no aprobaron esta unión y que el actual es un contexto de gran violencia en Europa con atentados a pequeña, mediana y gran escala que están a la orden del día. Este fragmento inicial con pocas escenas logra cimentar magistralmente todo lo que vendrá.
Y lo que viene son otros momentos completamente distintos del inicial en cuanto a climas pero igual de efectivos individualmente. Primero con el período de dolor que Katja experimenta tras la muerte de su familia (aquí el foco puesto en el excelente trabajo de Diane Kruger), luego con el cariz policial que toma la película a partir de la investigación que se realiza para encontrar al o los culpables del atentado (la pista de odio racial y el pasado criminal de Nuri son dos elementos fundamentales para esto que vuelven a resaltar la importancia del inicio de la película), más adelante cuando la obra se convierte por momentos en uno de esos relatos de género que transcurren enteramente dentro de una corte con su juicio correspondiente (y esto tiene que ver con los avances de la investigación de la policía) para ulteriormente desembocar en el tramo final que encuentra a la protagonista bastante recuperada de su shock emocional y lista para conducirnos al desenlace donde su ubica la verdadera tesis de la historia.
Y será en esta última parte donde aparecerán los principales problemas. Porque a partir de la decisión final que Katja toma respecto de su situación y del proceso que experimenta para llevarla a cabo es que llegamos a una resolución que desde el punto de vista narrativo y de peso simbólico resulta algo banal, entendido esto como un tramo final que no está a la altura dramática de esos cuatro o cinco momentos previos que parecían prepararnos para algo más. Están presentes los planteos, están las formas que nos generan tremendo interés por las temáticas que abordan y la manera que tienen de hacerlo, están los personajes adecuados, están los climas, está el ritmo. Falta ese broche de oro que termine de amalgamar todo lo previo y tal vez ahí, por un pequeño detalle que no lo es tanto, reside la diferencia entre un Globo de Oro y un Oscar.