El torpe sargento de policía de una pequeña comunidad rural investiga una serie de extraños asesinatos. La apuesta coreana combina varios géneros y, a pesar de su extensión, logra inquietar al espectador.
El tercer film coreano de Hong-jin -The Chaser, The yellow sea- espía la destrucción de los vínculos familiares bajo el formato del terror y el policial, coqueteando con otros géneros, y brindando así una experiencia extensa pero recomendable dentro del panorama actual del cine de terror.
"Pueblo chico, infierno grande" es la realidad que azota al torpe sargento de policía de una pequeña comunidad rural, cuya tranquilidad se ve alterada por una serie de extraños asesinatos. Todo indica que la llegada de un anciano ermitaño es el responsable de los crímenes, pero el rumbo de los acontecimientos enfrentará al protagonista con sus propios miedos -pesadillas que presagian lo peor- y con su propia familia amenazada.
Con una lluvia torrencial, una comisaría asaltada por una presencia fantasmagórica y el hogar del "hombre de ley", convertido en una verdadera pesadilla, En presencia del Diablo combina elementos del cine de terror y los toques sobrenaturales con el folklore propio de la cultura coreana, amedrentada por la presencia del anciano japonés. Un tópico que expone el choque de culturas, que el cine supo aprovechar en muchas oportunidades, y que el director desarrolla para instalar la intriga y el miedo en este pueblo olvidado y desprotegido.
Al comienzo se ve una "carnada" que funciona como símbolo constante dentro del film que acumula cadáveres, zombies, posesiones diabólicas, extraños poderes y la presencia de un chamán que llega para ayudar a la hija poseída del policía. Magia blanca versus magia negra, actuaciones sobresaltadas y humor, un perro diabólico, carreteras desoladas y calles embarradas, son la constante dentro de un relato que presenta los acontecimientos de manera paulatina y -también engañosa- y los torna confusos sobre los minutos finales, con giros innecesarios, todo con una atmósfera inquietante que sobrevuela las dos horas y media de duración.
La pregunta que se hace el espectador es ¿quién está realmente detrás de estos asesinatos brutales en los que gente común y corriente se convierte en extrañas criaturas?. Todo está servido y condimentado al estilo "gore" en una experiencia diabólica que se refugia en el bosque. Este exponente del cine coreano transforma -como lo hizo recientemente Invasión Zombie- lo cotidiano en algo desconocido y amenazante.