Si es surcoreano, es bueno.
No les voy a mentir, no tengo una explicación lógica, pero desde hace por lo menos cinco años tengo la seguridad de que si voy a ver una película coreana, esta va a ser de buena a excelente. No me interesa saber quien es el director, ni siquiera me gasto en leer la sinopsis; la regla nunca falla, el 100 % de las veces me voy contento de la sala. Nunca estuve tan seguro de algo en mi vida, tal es así, que si voy a un festival lo primero que hago es sacar las entradas para todos los films que provengan del país originario del supermercado de mi cuadra. Si pudiera, le preguntaría al cajero del super – mientras compro una soda de tercera línea – como hicieron para reformular el cine de monstruos con The Host, o el de zombies con Train to Busan, o de donde sacan ideas tan retorcidas Kim Ki Duk o Park-Chan Wook. Digo “si pudiera”, porque cuando uno ve films como En Presencia del Diablo, no puede creer la enfermedad mental (con toda la intencionalidad positiva que pueda tener esta frase) que tienen estos tipos en la cabeza, Yo hasta la cola Manaos me animó, pero ya preguntarles por el final de Oldboy es demasiado
En presencia de una genialidad:
La hago corta, no les voy a contar de qué la va En Presencia del Diablo, para eso pueden leer la sinopsis más abajo, pero sí les voy a explicar porque es un peliculón; y no, no me pagó la embajada coreana. Es un peliculón porque: presenta al policía más inútil, incompetente, pusilánime y patético desde el Jefe Gorgori y lo convierte en uno de los protagonistas más ricos, queribles y complejos de que los tenga memoria en el cine moderno. Porque hace referencia al cine occidental pero tiene la valentía para darlo vuelta y dejarlo en ridículo frente al terror oriental, porque te hace una analogía política pero no te la refriega en la cara cada dos minutos, porque se acuerda que el humor también existe en el género, porque aprecia el silencio y evita el susto fácil, porque pone al espectador en inferioridad de condiciones constantemente, porque ya era hora que los niños inocentes vuelvan a ser antagonistas, porque no hay nada más horroroso que un hombre adulto japonés en pañales y finalmente, porque hace que un metraje de dos horas y media se pase volando.
Conclusión:
En Presencia del Diablo es un mimo para cualquier amante del terror, y por sobre todas las cosas, para todo cinéfilo cínico y cansado con las decepciones constantes. A usted le digo, señor que añora el cine americano de los 70s, a usted que extraña el cine francés de los 60s, que ama el cine ponja y se miró toda la saga de Ringu y después mintió cuando le preguntaron si fue a ver La Llamada 3. Sí, a usted, el mensaje es claro y viene de Corea del Sur: Hay esperanza, crea en el poder del cine y será renovado.