Esta es la tercera película del cineasta surcoreano Na Hong-jin. Su relato es pausado, atrapante, no cae en el convencionalismo del género, hay tensión, intriga y suspenso, como así también buenos climas y toques de humor. Contiene posesión demoníaca, zombis, ocultismo, toques sobrenaturales y un final sorprendente de gran intensidad, con un buen giro. Eso si le sobran algunos minutos.