Sobria, rigurosa y certera
En 2002, un equipo de reporteros de investigación del diario Boston Globe reveló los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas de Massachussets. La publicación de estos hechos, que la arquidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica. El realizador Tom McCarthy ha explicado los alcances de su película: “Lo que falló fue el sistema. Se protegió a los curas pederastas porque se decidió que eso era lo mejor para la sociedad. Y ahí colaboraron todos: desde los medios de comunicación, a cada una de las instituciones pasando, claro está, por la propia Iglesia”.
Lo mejor de este valioso film es que aquí los periodistas no son héroes, no se exponen a ningún peligro, es gente que sabe hacer –nada más y nada menos- lo que tiene que hacer. El jefe de este grupo sigue ese rastro a pedido de un nuevo editor que no es de Boston y que por eso mismo se anima a ver qué pasa en la entretela de esa sociedad tan cerrada y qué hay detrás de una denuncia de pederastia que hace unos años había merecido una nota menor en ese diario.
El film delimita la responsabilidad de unos y otros. No sólo del obispo, que prefirió como otras veces, proteger a la iglesia con su silencio, sino también de los poderes ciudadanos, incluso del mismo diario que en su momento archivó las actuaciones en lugar de profundizar la noticia. Es un relato muy bien articulado por un talentoso guionista (Josh Singer, el de la formidable serie “El ala oeste”) que no se detiene en la historia personal de cada uno de los investigadores, que, como ellos, no se aparta del asunto principal y que tiene clima, ritmo y diálogos precisos para ir mostrando las diversos rostros de un poder tan extendido y ladino.
No hay exhibicionismo. Ni de palabras ni de hechos. Hay dudas y discusiones. Y los actores le suman su sobria entrega a esta película estricta y punzante. Gran trabajo de McCarthy que ata con mano firme todos esos cabos. Hay suspenso, emoción y más de un acierto en la pintura de las víctimas. Y algo más: el film es una lección de civismo y un canto a la pofesionalidad y a la integridad de este equipo de trabajo.
Incluso si se quiere, desde una lograda reconstrucción de época, es también un homenaje que le devuelve al papel y la prensa pre internet su verdadera fuerza testimonial. No hay sermones, no se dircursea. Connivencia, acuerdos espurios, intereses entrecruzados, silencios demoledores, decepciones. Todo está mostrado sin subrayados. El editor en su encuentro protocolar con el cardenal fija el lugar de cada uno. Y allí aporta su mejor moraleja. La responsabilidad por encima de todo: cada uno en su lugar, en la vida y en el trabajo.