Riguroso film sobre el mayor caso de pedofilia en EE.UU.
"¡Nadie tiene ganas de leer noticias sobre niños violados por curas en su propio barrio!". Esto también podría aplicarse a una película enfocada en el mayor caso de pedofilia de EE.UU., con un centenar de curas abusando de chicos durante décadas con total impunidad dada la protección, encubrimiento y complicidad de la máxima autoridad de la arquidiócesis de Boston, el cardenal Law. Lo que podría ser un melodrama indigerible, un drama crudo, o un auténtico film testimonial, pensado a la manera del clásico cine de mensaje hollywoodense de los 40 y 50, sólo que con un tema mucho más duro, infilmable en otra época, dejando que cada situación por sí misma vaya amagando con distintos subgéneros: drama judicial, investigación conspirativa, thriller, estudio psicológico y, por arriba de todo, feroz retrato de una ciudad que permitió que todo eso pasara con sus niños mirando para otro lado.
Tal vez no sea genial, o exacta en la intensidad de cada situación espantosa, absurda, indignante, o completamente kafkiana del misterio que en realidad todo Boston conocía, sin hacer nada ni reconocer el problema, pero sin dudas tiene diálogos formidables, situaciones sorprendentes por lo cambiantes (y dada la naturaleza del asunto, las cosas más perturbadoras aparecen a cada rato, sin aviso). Pero sobre todo el rigor en la concepción general de la película es lo que convierte a "Spotlight" en un asunto serio, casi un hito en la historia del cine de mensaje.
Con un estilo implacable, el tema es minuciosamente narrado desde el punto de vista de los periodistas que desentierran una vieja historia de abuso infantil a la que nunca su mismo diario le dio mucho espacio, recién cuando llega un nuevo editor desde un lugar tan opuesto a Boston como Florida. Este personaje clave hace brillar en varias escenas al talentoso Liev Schreiber, definido como "un judío soltero al que no le gusta el béisbol", es decir totalmente ajeno al bostoniano medio, y sirve para que los dos periodistas protagónicos, Michael Keaton y Mark Ruffalo, ofrezcan actuaciones antológicas, totalmente diferentes a los típicos periodistas de Hollywood. Ninguno es "cool", su vida privada no le interesa a nadie, si la tuvieran, y en un punto deben reconocer que son tan culpables como los sacerdotes y abogados que están presionando.
Esta visión no muy ecuménica ni liviana es otro de los puntos fuertes de una película que, de golpe, puede parecerse casi a un film de terror de Cronenberg, especialmente cuando víctimas o violadores exhiben sus almas distorsionadas desde hace años. Un breve diálogo entre la periodista Rachel McAdams y un cura violador lanza al espectador a una visión infernal que da miedo de un modo totalmente distinto a cualquier thriller o drama que uno haya visto antes. La tensión siempre parece estar a punto de llevar a una explosión de violencia, o a algún tipo de catástrofe, y la sutileza en manejar estos climas cambiantes y siempre inesperados hace de "Spotlight" un digno thriller histórico-político perfeccionado por Costa-Gavras, sin dejar de tener muchos vínculos con obras maestras de Sidney Lumet, Stanley Kramer u Otto Preminger.
Algunos recursos brillantes, y muy enervantes, que pueden aterrorizar o enfurecer al público son pequeñas desviaciones de la cámara que, cuando dos periodistas hablan de abusos espantosos, se aleja de los protagonistas para enfocar a un padre hamacando a su hijo en un parque al lado de una iglesia.
En general los periodistas del cine suelen ser más heroicos que los más astutos abogados, pero aquí el que casi se roba la película es un increíble Stanley Tucci, personificando al paranoico y gruñón abogado que mantuvo la investigación de los casos principales solo durante años antes de tener apoyo de la prensa. Su actuación por sí sola convierte a "Spotlight" en un asunto difícil, pero imperdible.