El verdadero periodismo de investigación
En tiempos en que los gobiernos y los medios de comunicación comparten intereses y resuelven en mesas chicas cuáles son las noticias a comunicar y cuáles no, surge el verdadero periodismo, aquel cuyos principios éticos y morales se abren camino como una necesidad imperante para develar hechos que de otra manera permanecerían ocultos. No estamos hablando de mediáticos programas de televisión sino de periodismo de investigación en serio.
En primera plana (Spotlight, 2015) muestra la pasión de un grupo de periodistas por comunicar al resto de la sociedad un hecho blindado por el poder político. Y lo hace con todos los aristas del sistema: presiones políticas hacia el medio, hacia las personas, confrontación con principios propios y de familiares, los tiempos del medio, el valor de la primicia, la puesta en crisis de diferentes puntos de vista de quiénes trabajan en el periódico, la disputa con el poder judicial, con la burocracia estatal, y hasta la puesta en peligro de la propia seguridad.
El hecho ocurrió realmente hace unos años, fue un artículo publicado por el periódico The Boston Globe que denunció a la Iglesia Católica por encubrir a curas abusadores de niños por décadas. El asunto fue neutralizado en varias oportunidades, sólo se filtraron algunos casos aislados, como si se tratase de unos pocos “descarriados” y no de un accionar sistemático de la máxima institución religiosa. El caso es recuperado por el nuevo editor Marty Baron (Liev Schreiber) que llega con objetivos de destacar al periódico a fuerza de compromiso y trabajo. Se lo encarga a un equipo de trabajo peculiar, cuya oficina opera en un rincón casi oculto del edificio, allí donde terminan los pasillos y no puede bajarse más niveles de escaleras, casi desde el anonimato. Son trabajadores incansables -los vemos no parar ante la despedida de un colega- y con principios inquebrantables dignos de cualquier ciudadano. Ellos son Mike Rezendes (Mark Ruffalo en su mejor actuación hasta la fecha), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Matt Carroll (Brian d'Arcy James), el coordinador Walter 'Robby' Robinson (Michael Keaton), y el jefe de sección Ben Bradlee Jr. (John Slattery).
Trabajan en equipo sin egos y con la finalidad de sacar a la luz la verdad. Es cierto que sus actitudes van en sintonía con cierto cine liberal americano que enaltece los valores puros de su ciudadanía que a Hollywood tanto le gusta resaltar. Tampoco se discuten ciertas estructuras de poder (hay discusiones pero no hay crispación con la ley, hay confrontación pero a nadie se le ocurre cuestionar a un superior cuando la noticia corre riesgo de no ser publicada), salvedades mediante prevalece en el film la búsqueda de justicia contra todo obstáculo con perseverancia y convicción y es un hecho a destacar por un periodismo actual que no se corre de su lugar de comodidad ni asume riesgos en su profesión.
La película se presenta como un policial cerebral, de esos cuyos datos tienen que ir descifrándose cuán acertijo para develar el misterio en cuestión. En esta línea de denuncias políticas la película sigue el estilo de Todos los hombres del presidente (All the President's Men, 1976), por citar alguna, en su afán de mostrar a los medios tomando la posta dejada por la policía o cualquier otro poder corrompido. El director es el ecléctico Tom McCarthy que hizo desde En tus zapatos (The Cobbler, 2014) con Adam Sandler pasando por las interesantes Ganar, ganar (Win Win, 2011) con Paul Giamatti o Visita Inesperada (The Visitor, 2007). Un solvente ejercicio narrativo que crece con el correr de los minutos junto a la importancia del tema y su elenco de lujo, que fuese presentado fuera de competencia en la 72 Mostra de Venecia.
Lo que se evidencia paralelamente al film es el poder de dichos aparatos de comunicación para incidir en la realidad, para hallar verdades allí donde otros no pueden -o no quieren- hacerlo, para inculpar e incriminar a actores sociales de peso, siempre destacando la libertad de acción de un periódico independiente. Vale entonces hacer un puente con la realidad argentina donde la independencia de los grandes medios de comunicación es prácticamente inexistente, desprendiéndose la necesidad de poner en vigencia una ley que legitime y ampare una verdadera autonomía de los medios, que posibilite así investigaciones con fines sociales, alejadas de intereses corporativos.