La historia de cómo el Boston Globe descubrió los escándalos de pedofilia en la Iglesia Católica de los Estados Unidos está llevada con precisión, sin golpes bajos y contando lo esencial. De hecho, parece casi un “documental con actores”, y lo hacen bien porque parecen personas normales, no estelares habitantes de Hollywood. Como lección sobre lo que debe ser el periodismo, es bien ilustrativa y consistente. La pregunta es qué recordaremos cuando pasen un par de semanas.