Curiagate.
No es un desafío sencillo tener que versionar para la pantalla grande un tema real tan candente y controvertido como el que se trata en el filme, tanto en lo cinematográfico como en lo comercial. No es lo mismo contar el escándalo de Watergate (Todos los hombres del presidente) que meterse con la Iglesia, al menos desde la perspectiva del público. Teniendo en cuenta que una parte importantísima de la audiencia podría a priori rechazar la premisa por sentirse ofendida, Spotlight es casi un milagro, desde su concepción hasta su irrefutable éxito. Enfrentar a la organización más poderosa del mundo y ganar un oscar no creo que tenga precedentes.
La película posee una poderosa sofisticación narrativa que combina guion, un reparto impactante y muy buena edición. Sin lugar a dudas todos y cada uno de los involucrados en el proyecto sentían la necesidad impetuosa de contar esta historia y eso se refleja en la cinta, no sólo en la magnífica calidad actoral de sus protagonistas, sino en la película como un todo. La propuesta consta de una armonía inusual, que atrapa y entretiene de principio a fin, generando en el espectador un alto grado de empatía con sus personajes.
Spotlight es una prueba contundente de que el cine convencional y sin demasiada parafernalia puede hacer la diferencia cuando hay un fuerte compromiso narrativo y actoral. Por supuesto que por más clásico que sea su estilo, la alquimia de las partes es casi providencial. Esta es una propuesta cuya materia prima principal es la historia y su reparto, y su resultado final es cine de primer nivel. Hay que aplaudir al director, a los actores y a los productores, que se la jugaron y les salió bien, incluso a riesgo de que el espíritu santo conspirara en contra.