GOLPEANDO A LAS PUERTAS DEL CLERO
En primera plana aborda uno de los temas más polémicos de los últimos tiempos: la pedofilia y los abusos en la Iglesia Católica. Con elegancia y una potente puesta en escena Tom Mc Carthy narra el proceso de una investigación de abusos en Boston.
Tom Mc Carthy, director y uno de los guionistas de En primera plana asume uno de los primeros problemas de la reflexión teológica y filosófica: el conocimiento versus la fe. Esta cuestión atraviesa la historia del pensamiento desde los orígenes de ambas ciencias, ha motivado Concilios, Encíclicas, todo tipo de publicaciones hasta tener en esta película una interesante propuesta cinematográfica.
Uno de los grandes fuertes de Mc Carthy es la puesta en escena. La decisión del realizador de entregar su guión a potentes actores como Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel Mc Adams, John Slattery, Stanley Tucci, Liev Schreiber, Brian d’Arcy James para que representen la parte de “conocimiento” del binomio planteado anteriormente es uno de los aciertos. El grupo de periodistas del Boston Globe se mueve en el edificio donde funciona la redacción de Spotlight, ese reducto de periodismo de investigación de donde saldrá el escandaloso informe de los casi cien curas pedófilos revelados en su artículo. Los espacios interiores (así como el vestuario de los personajes) parecen amalgamados con la austera estética del diario, ambientes con pocos colores, sobrios, sin mayores protagonistas que los antiguos monitores de tubo y los indispensables teléfonos de línea en cada escritorio.
La parte trascendente del binomio presenta algunos problemas: ¿cómo mostrar la fe que aparece quebrantada por la acción delictiva de estos curas que abusaron sistemáticamente de los niños y niñas de esa ciudad (y no sólo de esa ciudad y no sólo niños y niñas)? Las pocas escenas en exteriores que representan la búsqueda de testimonios, la salida a la luz de los delitos que fueron tapados, camuflados, negados por la Iglesia y la justicia. Sacha Pfeiffer (Rachel Mc Adams) entrevista a una de las víctimas en las afueras de la ciudad, se encuentran en un bar pero ante la incomodidad que surge de la violencia de lo que le relata el testigo, deciden salir. Se sientan en una plaza para continuar el diálogo y detrás de ellos se ve una iglesia. Ladrillos, puertas cerradas, una cruz. Ese símbolo salvador acá está aniquilado, aquí la Iglesia no salva y está demostrado en la puesta en escena. En otra oportunidad, Sacha acompaña a su abuela a una Misa, plano de ellas sentadas escuchando el sermón, contraplano del cura que dice (equivocado, como la mayoría de las homilías por la deficiente formación del clero) “conocimiento es una cosa fe es otra”.
San Anselmo de Canterbury entre el 1077 y 1078 escribió el Proslogion, en el final de su primer capítulo reconoce las dificultades para encontrar la imagen de Dios en él. El ser del hombre, según Anselmo, está deteriorado por la acción de los vicios, por el pecado, en categorías contemporáneas por el límite humano, por esa corrupción, esa humildad, con la que fuimos creados. El capítulo termina con el famoso círculo anselmiano que surge del deseo de comprender la verdad, aunque sea imperfectamente, esa verdad que el corazón de Anselmo cree y ama: “creo para llegar a comprender, creo, en efecto, porque si no creyere, no llegaría a comprender”. Los casos de abuso motivaron que Benedicto XVI pidiera disculpas públicas y quitase a los curas la eximición del juicio penal por delitos como este. En primera plana no ahonda en lo que representó para la Iglesia la exposición pública de estos casos pero retrata con certeza lo que provoca un delito como el abuso cometido por un cura en un niño y los manejos internos que corresponden más a una multinacional que a una institución salvadora. La investigación del grupo de periodistas de Spotlight es un ejemplo del problema que planteaba Anselmo, son tristes, condenables y devastadoras las categorías contemporáneas que adquieren esos vicios y corroboran la vigencia de que cuando un hombre no sale de sí hacia el otro con amor, sólo se encamina a la destrucción. La narración pone la fe en el ejercicio del periodismo. La otra fe en la polaridad “conocimiento” y “fe”, no está profundizada y eso quizá sea el punto débil de la película, porque encaminados en la comprensión de la realidad humana y de la trascendencia, esa fe, esa fidelidad puede enfrentar reformas y poner luz sobre la oscuridad. Y esto es en definitiva lo que movió a esos periodistas: el deseo de verdad que sus corazones creen y aman.