El silencio de los inocentes
No sólo está el caso de pedofilia de miembros de la Iglesia: denuncia corrupciones a todo nivel, y asusta.
En primer plano, o como juega y reza el título original, allí donde se focaliza la luz, está la investigación por el aberrante abuso a menores por parte de miembros de la arquidiócesis de Boston.
Pero quedarse sólo con lo que se muestra o denuncia no es todo. Porque el director Tom McCarthy lo que está contando es cómo una institución -y/o también el que tiene el Poder- puede operar cuando no tiene control ni autocontrol, cuando no es fiscalizado. Cuando se cree dueño de hacer lo que quiere.
Delata, demuestra -está basado en hechos reales, que le valieron el Pulitzer a los periodistas que escribieron 600 artículos sobre ello-, pero el zapatazo va mucho más allá. Denuncia corrupciones a todo nivel, y eso es lo que realmente asusta.
En primera plana habla de ética, personal y profesional. Es un drama y un filme de investigación periodística, pero no sólo a los que ejercemos el periodismo nos atrae y atrapa, porque los mundos y submundos que muestra son varios. Los de la jerarquía eclesiástica en Boston, los del diario The Boston Globe, el de los abogados que defienden a acusados e inocentes, y el del poder político.
En 2001 y durante ocho meses, un pequeño grupo de periodistas va a remover cielo y tierra para investigar qué es lo que sucedió en Boston. Cómo se ocultó, cómo se defendió y también cómo se usufructuó del drama real.
Hay un editor, Walter Robinson (Michael Keaton), que suele ser escéptico supervisando la labor de sus tres periodistas (Rachel McAdams, Mark Ruffalo -ambos candidatos al Oscar a mejores intérpretes de reparto- y Brian d’Arcy James). Robinson, tanto como los otros tres, tiene raíces católicas, pero es el jefe el que se codea con los altos nombres de la comunidad, y el que empieza a ver que aquéllos con los que juega golf sabían más que lo que parecía. Y el nuevo editor del diario, Marty Baron (Liev Schreiber), un outsider que acaba de llegar de Florida, y es de religión judía, huele que por ahí hay una conspiración.
En primera plana habla de la complicidad legal, social y política. También, de periodistas profesionales que lo dan todo por conseguir una verdad, no tan sólo una noticia. Que trabajan y trabajan y honran al periodismo en papel en los tiempos en que comenzaba a digitalizarse la información y llegaban los recortes.
Son esos personajes los que le dan el ritmo al relato, hacen latir el corazón de la película. Está más cercana a Todos los hombres del presidente, con Dustin Hoffman y Robert Redford, y El diario -en la que actuaba Keaton- que a la Primera plana con Jack Lemmon y Walter Matthau. Es cosa seria.