El deber de decir en voz alta.
Cuando el equipo especial Spotlight, del Boston Globe, publicó la ardua investigación que venía realizando sobre los casos de abuso a menores dentro de la Iglesia católica, ésta no dejó de encubrirlos. Los portavoces se negaron a comentar al respecto, y al día de hoy, catorce años después de la aparición del artículo, sigue habiendo cientos de curas que no solo abusan a menores, sino que salen impunes. La pregunta es, entonces, no tanto cómo la investigación fue llevada a cabo sino más bien por qué un grupo de cinco periodistas decidió dedicar más de un año a investigar y publicar el tema.
En Primera Plana cuenta la historia de dicha investigación realizada por el grupo homónimo del diario bostoniano. Hacerla implicaba desafiar a la Iglesia, institución de la cual más de la mitad de los lectores del periódico eran fieles. Pero aún así, cuando Marty Baron toma el mando como nuevo editor del diario, no entiende por qué luego del caso de un cura confirmado pederasta y un cardenal que sabía al respecto y lo calló, el diario no ahondó más en el tema. El objetivo, entonces, no será solo dar con los curas pederastas, sino más bien examinar de cerca a una institución tan anclada en la moral como lo es la Iglesia –y por lo tanto, hipócrita– y desenmascarar la impunidad que la misma les da a sus miembros. Un caso puede ser una excepción, un cura, un degenerado, pero cuando toda una institución sistemáticamente encubre sus crímenes y los rota de iglesia en iglesia para que sigan ejerciendo su profesión, eso tiene un nombre totalmente distinto.
Es aquí donde la cosa se pone interesante: gracias a la mirada de Baron, la película termina siendo un fiel retrato de cómo debería llevarse a cabo la práctica periodística, especialmente en nuestra época. No es casualidad que una de las primeras conversaciones que tienen Marty Baron y Walter Robison, el jefe de Spotlight, sea sobre la creciente popularidad de internet. Sucede que en la época de la primicia fácil e instantánea, el fuerte del periodismo en papel no es la noticia caliente, sino aquella que está sólidamente construida, sin importante cuánto tiempo tome armarla. Esto habilita a que investigaciones largas y complejas como la de En Primera Plana cobren otra importancia, y a que las verdaderas corrupciones detrás de crímenes aparentemente sueltos e individuales salgan a la luz.
Así, la película recorre una investigación atrapante que cuenta con todo, desde escenas donde lo que resalta es lo institucional y netamente político del caso hasta aquellas donde predominan los relatos íntimos de las víctimas de dicha institución. Ambos factores están profundamente relacionados, y la película hace un gran trabajo de encontrar un equilibro entre los datos duros y las caras de quienes se ven afectados por ellos. Tal como la investigación saca a la luz cómo opera realmente la Iglesia católica, En Primera Plana ilustra cómo trabaja un verdadero grupo de periodistas sin ensalzarlos como superhéroes, y cómo lo que más se necesita para realizar una buena labor informativa es una buena cuota de perseverancia y otra tanta de trato humano. En ningún momento se olvida el equipo de Spotlight de que están tratando con víctimas reales de abuso ni las acosan para conseguir el dato más jugoso, manteniendo así la ética del equipo intacta y permitiéndoles realizar su trabajo como corresponde, todo anclado en un elenco fabuloso donde la actuación de Mark Ruffalo como Mike Rezendes resalta sobre el montón.
Los periodistas de Spotlight no cambiaron a la Iglesia. Seguro, el cardinal Law, acusado de encubrir el caso del cura que dio comienzo a esta investigación, tuvo que renunciar y el artículo hizo eco en los muchos hogares cristianos de Boston e incluso del país. Quizás hayan salvado a alguna futura víctima, pero no detuvieron el horror institucional que sucede tras las puertas de la Iglesia. Sin embargo, ese no es el trabajo del periodista. El trabajo del periodista es hablar, un acto que suena simple pero puede ser, de hecho, sumamente complejo y doloroso (una de las escenas más conmovedoras es la de Sacha Pfeiffer, integrante de Spotlight, leyendo el artículo con su abuela, una mujer profundamente religiosa que lee perpleja sin saber bien qué hacer). He aquí el por qué de esta investigación: la libertad de expresión es un derecho, pero el no callar ciertas cosas es un deber, y En Primera Plana hace un gran trabajo ilustrando la responsabilidad que conlleva ser el cuarto poder.