Los disfraces de la mente
El director inglés Danny Boyle regresa con un thriller que juega con los disfraces de la mente en un contexto habitado por criminales.
Después de Tumba al ras de la tierra, Trainspotting, ¿Quién quiere ser millonario? y 127 horas, el cineasta parte de un comienzo atrapante donde el ritmo ajustado de las situaciones acompañan a personajes que buscan dar un golpe perfecto en una casa de subastas de obras de arte.
Simon (James McAvoy) desea obtener un famoso cuadro con la ayuda de un grupo de delincuentes liderados por Franck (Vincent Cassel). Sin embargo, cuando éste recibe un golpe en la cabeza, pierde la memoria y no recuerda dónde dejó la pintura, desatando la ira por parte del grupo. Así será obligado a visitar a una experta en hipnosis (Rosario Dawson) para refrescar su memoria.
Con esta idea inquietante, el film de Boyle logra una primera media hora intensa, entre golpes y persecuciones, pero luego se sumerge en un terreno más resbaladizo, en el que los vericuetos de la mente camuflan los hechos y las acciones de los protagonistas.
Respaldado con un marco estético que evoca los pliegues de la psiquis humana y sus laberintos, En Trance pone en el centro de la acción al trío engañando al espectador con el correr de los minutos a través de un relato psicodélico y apasionado.
El resultado es rebuscado y demasiado enhebrado como para sostener la intriga hasta los minutos finales, donde las apariencias son engañosas. Aunque no se puedan dar más detalles de la intrincada trama, podemos adelantar que los puntos de vista juegan un rol fundamental en la historia.
En Trance tenía todos los elementos para ser un gran thriller pero lo forzado de las situaciones que se acumulan sobre el desenlace le juegan en contra. Aquí hay un joven que perdió la memoria, un ladrón que quiere recuperar su botín y una terapeuta que se relaciona con su cliente. El resto es un desfile de disparos, sangre y toques de erotismo. Quizás es poco para un realizador como Boyle.