Danny Boyle es un verdadero camaleón. Cuando uno revisa su filmografía, va desde el drama hasta el horror, pasando por la comedia y la ciencia ficción, sin dejar terreno que no haya explorado aunque sea superficialmente. Con Trance vuelve un poco al sendero criminal, aunque no tan sucio como Trainspotting, sino más cercano al thriller de guante blanco como en Shallow Grave.
No es fácil meterse de lleno en la historia que promete el film, un cuento de hipnosis y traiciones con un buen trío protagonista en James McAvoy, Vincent Cassel y Rosario Dawson. El colaborador constante de Boyle, John Hodge, se une a Joe Ahearne -quien ya había adaptado esta misma historia en 2001 para TV- para crear un robo de una obra de arte de incalculable valor, crimen que tendrá inesperadas consecuencias para los involucrados. Durante el transcurso de la misma, uno de ellos afirma que sólo el 5% de los humanos puede sumergirse en las profundidades de su mente y abrazar la hipnosis a tal punto de poder ser controlado por la misma técnica. El precepto bien puede asociarse con Trance, película de difícil consumo que requiere de mucha atención y del abocamiento total por parte del espectador por jugar y dejarse llevar por una trama que gira constantemente sobre su propio eje para crear confusión y mantener en expectativa a la platea hasta el desenlace.
En ella no importa tanto el por qué sino el cómo. Los viajes mentales del personaje de McAvoy tienen la impronta visual de un Danny Boyle inspirado y colorido, que juega mucho con sus cámaras y se apresta a golpear con un estilo de alta gama, coches caros y elegantes departamentos. Este corte urbano le da un sabor diferente a lo que se vuelve un triángulo amoroso ardiente entre el trío -un poco inesperado- que patea el tablero más de una vez para dejar en claro que nada es lo que parece. Las falencias argumentales se ven ocultas por un director que sabe como distraer y un elenco que en un principio puede no encajar, pero que con el paso de los minutos van dejando ver una cara escondida que revela mucho más de sus personalidades. McAvoy y Cassel tienen una trayectoria interesante y calidad actoral de sobra, pero el sobresaliente se lo lleva Rosario Dawson en un papel que le exige mucho, demasiado, que se juega con un desnudo frontal y no le tiene miedo a generar una disyuntiva irónica con su Elizabeth Lamb -que de cordero, poco y nada tiene-.
Suspenso a granel, una historia enredada, varias sorpresas, violencia, sexo y traiciones es lo que promete y cumple Danny Boyle en Trance, una entrada quizás no tan poderosa como otras películas en su filmografía, pero que sigue presentando un apartado visual y estilístico loable para un director que siempre apunta alto.