Alguien alguna vez dijo, en referencia a los Pet Shop Boys: “nunca hicieron una canción mala”. Salí de sala con esa frase en la cabeza…. mientras trataba de ordenar lo que había visto y tener alguna conclusión preliminar sobre “Trance”. Y la respuesta, un poco, surge de esa afirmación. Danny Boyle no cantará tecnopop, pero casi. Es un gran director, y hasta en aquellos trabajos en los cuales parece errar el camino, siempre encuentra la manera de que salgamos del cine con una impresión positiva de su trabajo. “En trance”, no es la excepción.
Seguramente no es una gran película. O sí. Lo que no puede negársele, a nuestro camaleónico Boyle, es que sabe hacer lo suyo con oficio. Tiene muy claro lo que quiere contar y le agrega la locura y el ingenio que solo los talentosos pueden darle a sus creaciones. Para cerrar esta idea; cuando comprás la entrada para ver una peli suya, rara vez te equivocás. Podrá gustarte o no, pero filma con desparpajo, originalidad y siempre intenta proponerse nuevos desafíos.
A veces, sale bien. A veces, no.
Conocemos, de movida, a Simon (James McAvoy), un subastador atormentado por deudas (el juego era lo suyo) quien participa en un robo de una famosa pintura de Goya ("Brujas en el aire") en una subasta (gran secuencia inicial). Pero, recibe un golpe en la cabeza con tan mala suerte que olvida donde dejó el cuadro en cuestión. Franck (Vicent Cassel en un papel que le sienta naturalmente) se enoja mucho (tortura al pobre Simon pero se da cuenta de que ha quedado, realmente, amnésico) y decide que la doctora Lamb (Rosario Dawson) trate al caballero y utilice hipnosis para dar con la ubicación del botín.
Pero claro, esta última entiende rápido lo que sucede y pensará en sacar una tajada, en cuanto logre acceder al inconciente de Simón. Y no le bastará esa entrada, sino que intentará otra, más física, para lograr sus objetivos.
Hasta ahí lo que se puede contar. La historia, no es original, es una remake de un film para la tevé inglesa del 2001. Lo que sí, en esta oportunidad, y al estilo Nolan, y hasta Soderbergh (en "Side Effects"), Boyle piensa la historia como un puzzle que se arma y se desarma varias veces. Intenta seducir al espectador y confundirlo, a través de trucos visuales, vueltas de tuerca y mucho, mucho engaño (y decepción).
Los encuadres, su acertada edición y el clima que la película respira están más que correctos y llevan el sello del director. Quizás el problema mayor que siento en relación a la película es que por momentos parece una sucesión de secuencias ingeniosas, estupendamente filmadas, pero sin unidad. Hay demasiada velocidad y no hay tiempo para procesar, el ritmo del film desde la butaca. Boyle deslumbra, de a ratos. Y agota, en otros. Esa dualidad es la que no permite decir que "Trance" sea un film excelente.
Si es un potente y engañoso thriller negro. No es de los mejores trabajos de este inglés, pero tampoco desentona. Ni desafina.