No me encontrarán entre los detractores de Adam Sandler. Es un tipo al que no entiendo por qué todos odian. (Algo parecido me pasa con Nicholas Cage.) Sí entiendo que encarna a una especie de niño eterno sin la cuota de cannabis canchera que puede tener un Seth Rogen y que eso puede no resultar muy simpático, pero como trato de que mis simpatías arbitrarias no interfieran en mis juicios, yo a Sandler lo quiero. Y protagonizó una de mis comedias románticas preferidas: Como si fuera la primera vez (50 First Dates).
Sin embargo, en En tus zapatos, Sandler se aparta de la comedia más adolescente y encara un personaje taciturno un poco parecido al de La esperanza vive en mí (Reign Over Me), aunque bastante menos dramático. En tus zapatos es una comedia dramática en la que Sandler interpreta a un zapatero que trabaja en la misma zapatería del Lower East Side de Manhattan que su padre, que su abuelo y que su bisabuelo. Ahí maneja una vieja máquina de coser que de repente adquiere poderes mágicos: hace que todos los zapatos que pasen por ella capturen el cuerpo de sus dueños y lo trasladen a cualquiera que se los ponga.
Entonces este tipo aburrido, cansado de su vida monótona, fracasado con las mujeres, que vive con su madre senil, encuentra una vía de escape y se va probando los zapatos de sus clientes para caminar por la calle como un matón de barrio, un tipo con una novia hermosa o incluso su mismo padre aparentemente muerto.
La premisa mágica para una comedia de aprendizaje es muy común: desde el clasicazo Qué bello es vivir!, pasando por todas las películas de intercambio de cuerpos, la “enseñanza” termina siendo que hay que aceptar la propia vida, que todos tenemos nuestros momentos. Esa idea un poco conservadora suele ser matizada por la pericia narrativa y el filo de la historia.
Pero En tus zapatos no tiene nada de todo esto. Sandler apenas se transforma físicamente en sus clientes, no se ve inmerso en sus vidas, el truco mágico es totalmente superficial. Para colmo, esto es una obviedad, cuando se transforma no es Sandler, y Sandler es lo mejor de la película. Andan por ahí Steve Buscemi, Dustin Hoffman y Ellen Barkin, todos cumplen y les queda un resto porque son enormes, pero Sandler tiene un aura especial, la melancolía que le imprime a su zapatero es casi mágica. Y se lo extraña cuando no está en la pantalla.
Los detractores de Sandler van a ejercer su odio con esta película y sus fans no veremos nuestras expectativas colmadas. Para eso habrá que esperar a las vacaciones de invierno, cuando estrene Pixels y veamos a Sandler en su papel de siempre: un niño que nunca creció.