Aclaremos que queremos a Adam Sandler, que estamos seguros de que es uno de los cómicos más talentosos de su generación. Pero también sabemos que a veces carece de criterio para elegir o confía demasiado en su talento natural. Es el caso de esta película donde interpreta a un zapatero que cambia de personalidad (y aspecto, para los demás) de acuerdo con los zapatos que use. Si usa los de un muerto, será un zombie y así. Tampoco hay mucha variedad y el menú zapatesco es más bien de outlet. Pero eso sería lo de menos si la película no errara de modo fatal en el timing: todos sabemos que los chistes son muy pocos y que lo que los hace efectivos es la forma de contarlos. Pues bien, el realizador Thomas McCarthy los cuenta mal y a destiempo. Así, el personaje grotesco que siempre supo crear Sandler queda como una caricatura sobreactuada. Igual al hombre le seguimos teniendo fe. Por ahora.