Salud rural
François Cluzet y Marianne Denicourt son lo mejor de este drama francés que elude los golpes bajos.
Jean-Pierre (François Cluzet, cada película más parecido a Dustin Hoffman) es bastante más que un médico ruralista: también es amigo, psicólogo y ocasional consejero de varios de los habitantes de los pueblos de la campiña francesa que recorre semana tras semana. Podría pensarse, entonces, que En un lugar de Francia es un drama de tintes sociales de la escuela de los hermanos Dardenne, pero la afirmación no sería del todo cierta.
Al fin y al cabo, el centro narrativo y temático del film pasa por otro lado: la aparición de un cáncer que obliga a Jean-Pierre a delegar parte de sus esfuerzos en Nathalie (Marianne Denicourt), una ex enfermera de hospital dispuesta a pegar el gran salto de su carrera.
Dirigida por el también médico Thomas Lilti (el mismo de Hipócrates, nominada a siete premios César) y basada muy libremente, según el mismo lo ha reconocido, en sus experiencias laborales, En un lugar de Francia es, entonces, un drama con toques humorísticos que muestra la progresiva construcción del vínculo entre ellos –que va de la desconfianza a la empatía, del rechazo a la incipiencia de una atracción mutua– y la de ellos con el entorno.
Sin subrayados, pero algo obvio en su desarrollo, y con la idea de la superación personal como meta, En un lugar de Francia no ofrece nada demasiado novedoso, pero su criterio a la hora de evitar los golpes bajos (el combo pobreza + cáncer podía ser letal) y la química entre los actores son los pilares sobre los que descansan los méritos de un film por demás atendible.