Creíble pintura de un mundo que se pierde
Linda bocanada de aire puro, esta película pinta como pocas una especie en extinción: un buen médico de pueblo. Quien haya visto el sensible registro de Darío Doria "Salud rural", siguiendo el día a día de un viejo galeno en la Pampa Gringa, sabe lo que eso significa: dedicación plena, sin tiempos apurados, atención verdadera, conocimiento real del paciente y de los allegados al paciente, comprensión, cariño auténtico, y la resignación de saber que ese mundo, ese pequeño mundo antiguo, se está perdiendo. Eso mismo, y otras cositas, es lo que ahora vemos, ambientado "en un lugar de Francia".
Se trata de una ficción con bases ciertas, enteramente creíble. El típico pueblo de provincia, el galeno en quien todos pueden confiar para que los cure o los alivie, y que quizá se siente irreemplazable, la enfermedad que a cualquiera le toca, la joven profesional que va aprendiendo a hacerse un espacio para sucederlo, la vieja Francia, los actuales problemas de salud pública, la eterna satisfacción del deber cumplido. Todo eso, expuesto con sencillez, con sentimiento, y con mucho conocimiento.
El autor es Thomas Lilti, médico de profesión. Ya su obra anterior, "Hippocrate", vista en el festival on line gratuito de Unifrance, describía la vida de los médicos de hospital a través de un muchacho recién recibido, enfrentado a sus primeras experiencias. Buena película. Bien, ésta es todavía mejor. A eso contribuyen especialmente el actor François Cluzet ("Amigos intocables"), la coguionista Baya Kasmi, que ya lleva dos premios César en su carrera, la madurita Marianne Denicourt. Párrafo aparte, el joven Yohann Goetzman, que ama actuar y además hace sus propias películas amateurs, siendo autista.
Lo dicho, una bocanada de aire puro. Y un título que se suma al poco cine que hay sobre los buenos médicos de pueblo: "Arrowsmith", de John Ford, "La ciudadela", de King Vidor, "El viejo doctor", de Mario Soffici, con Enrique Muiño, y "Salud rural", ya mencionado.