El mundo está loco, loco, loco
La ultima ganadora del premio Oscar a la mejor película en idioma extranjero parece tener el sustento del premio, más en el titulo que en la realización en si, en sus valores estéticos, o en la idea de instalar un discurso con altos valores morales.
Las primeras escenas de la realización es un conjunto cíclico de tópicos transitados para darnos una primera visión excesivamente básica de los personajes principales.
La historia se centra en dos familias, una conformada por matrimonio de médicos, con dos hijos; la otra nos presenta a un viudo reciente tratando de acercarse a destiempo a su hijo adolescente.
Los primeros son oriundos de Suecia, los segundos si bien son nativos de Dinamarca han vivido mucho tiempo en el extranjero, Londres específicamente, y a partir de la desgracia el padre decide retornar a su propio seno familiar.
Los primeros están en pleno proceso de separación, las consecuencias la sufre principalmente su hijo mayor, Elías, que se encuentra desamparado sin poder elaborar los motivos, sin posibilidades de respuesta, frente a nada, ni siquiera a la agresión física de la que es objeto en la escuela. Su padre periódicamente se ausenta de casa y viaja a África a cumplir sus funciones como medico sin fronteras. Hace del axioma de poner la otra mejilla y/o el perdón su forma de ver la vida, eso hace, eso inculca.
Christian, el otro adolescente de la historia, esta enojado con la vida, especialmente con su padre, ha quedado huérfano de madre, quien tras una larga enfermedad ha sucumbido al cáncer. Pero su enojo lo lleva a querer buscar alivio a través de la venganza. Es nuevo en el colegio y rápidamente se hace amigo de Elías, sobre todo cuando ve la injusticia que cometen con él un grupo de compañeros.
Susanne Bier, la realizadora, trata de emocionar y hacer reflexionar sobre temas como el afecto y la soledad, el dolor y la muerte, la venganza y la violencia, la injusticia y la verdad. Lo hace con un trabajo desapacible y patético que destila rigor dramático, pero que se manifiesta como propenso a la ilusión.
Nada se descubrirá diciendo que sabe contar y tiene mucho manejo de las variables que hacen del cine un arte. Dio prueba acabada de esto con sus anteriores filmes estrenado en Argentina, principalmente “Hermanos” (2004), (que ya tiene su versión yankee) y que también plantea en algún punto una comparación dicotómica entre dos espacios en el mundo.
Aquí recurre a la utilización de planos cerrados sobre los rostros de los personajes, muchos primeros planos que dan la sensación clara del estado de animo de ellos y compromete al espectador a una identificación directa con ellos.
Asimismo la elección estética, especialmente la fotografía que sobrecarga las vivencias de los protagonistas, apoyándose en un diseño de la banda de sonido que circula entre lo estremecedor y los silencios más abrumadores.
El punto más débil es que no se toma el tiempo necesario para hacernos creíble la historia, o a lo sumo los personajes, que rebosa de discurso progresista, plagado de muy buenas intenciones, para traicionarlo a partir de la conducta de su personaje principal. Que se mueve por lo que parecen ser dos mundos paralelos diferentes, casi no se podría pensar que transcurrieran esos hechos contemporáneamente. En que los hechos son estructuralmente orígenes de los mismos conflictos y pasiones consecuentemente muy humanas.
Pero es así nomás. Como decía el poeta:
…. “Dame una goma y un planisferio
Te devuelvo un mundo sin fronteras….”