Sobre cómo convivir con la violencia
En «Cuatro corazones», Enrique Santos Discépolo ve que un tipo alto y fornido se lo quiere llevar por delante, y le dice, palabras más, palabras menos, «Yo no puedo pelear con usted, porque soy chiquito y usted me va a ganar. Por eso, como no puedo pelearme a las trompadas con usted, fíjese lo que hago, saco este bufoso y usted se me manda mudar de acá inmediatamente». En la película que ahora vemos, un médico sufre una fea situación con un mecánico violento, delante de sus hijos y de otro chico, pero en vez de sacar un bufoso quiere sacar para todos una lección de fortaleza interior, y enfrenta nuevamente a ese sujeto. Los niños lo miran entre admirados y escépticos. «¿Crees que él aprendió algo?», le preguntan.
A esa altura del relato, ellos ya lograron que un chico de grados superiores dejase de molestarlos, y ahora piensan darle su propia lección al mecánico pendenciero. También el padre, asignado a un campo de refugiados en Kenya, tendrá que reconsiderar su juramento hipocrático cuando encuentre bajo su cuidado a un matón de uniforme, que amargó para siempre la vida de los demás pacientes.
En cada uno de estos casos, y otros que redondean la trama, el asunto es el mismo: ¿cómo convivir con la violencia? Acá se aprecia más de una respuesta, y más de un peligro para cada respuesta. Película buena y fuerte, para todo público, elude unos cuantos facilismos y hace, con inteligencia y buen ritmo, unos planteos bastante realistas.
Su autora es Susanne Bier, la misma de «Hermanos», que era todavía más fuerte, pero de menor contenido. Buena directora, doña Bier, que ha dejado atrás las restricciones del Dogma y ahora toca todas las cuerdas de su instrumento. Y buenos también sus intérpretes, empezando por el sueco Mikael Persbrandt y los niños Markus Rygaard (su hijo), y William Johnk Nielsen (el chico que lleva dentro la rabia de haber perdido a su madre). Detalle interesante: el título original de esta película puede traducirse literalmente como «venganza», pero el encargado de ventas internacionales la rebautizó «En un mundo mejor». Es más sugestivo, y alienta a hacer nuevas interpretaciones del relato.