Comedia de los desdichados
Con Catherine Deneuve. Empieza como comedia y termina como drama. En el medio, personajes queribles y estrafalarios.
“Perdone la pregunta, pero me pareció haberlo visto la otra noche ladrando”. Lo que le dice un vecino a otro en En un patio de París, así suelto, puede sonar increíble, pero tiene todo su sentido.
Con un aire lejano a, si se quiere, La comunidad, de Alex de la Iglesia, este filme francés con Catherine Deneuve y Gustave Kervern transcurre prácticamente entre consorcistas. A ese edificio parisino llega Antoine (Kervern), un tipo cansado de la vida, que abandona la banda en la que se desempeñaba como cantante. Abúlico, consigue casi por desidia el puesto de conserje y, pese a que el que parece necesitar más ayuda es él, termina siendo consejero y medidor de conflictos de los inquilinos o dueños del lugar.
Los personajes en realidad son más o menos como Antoine. Llevan arrastrando sus frustraciones, pero como En un patio de París es una comedia, las pinceladas son más o menos sabrosas, hasta que la comedia va girando hacia el drama.
Una de las vecinas es interpretada por Catherine Deneuve. La actriz mantiene su belleza gélida en un personaje atípico. Obsesiva y casi descuidada por su marido (Féodor Atkine), la grieta que ve en una pared en su departamento desencadena una serie de peripecias que va creciendo hasta desnudar los problemas de Mathilde, que pasan más por la cabeza que por el edificio.
El director Pierre Salvadori (El restaurante, con Daniel Auteuil) pega un giro a la tragedia que parecía innecesario, porque con lo estrafalarios que eran los vecinos ya tenía bastante. Deneuve fue candidata al César (una exageración, por cierto) y el que está mejor es Kervern: no sólo porque Antoine es el protagonista, sino porque con escasez de recursos (miradas, poco gestos), es más rico que todo el vecindario de la Ciudad Luz.