Propuesta de flojos resultados cómicos, pero con aciertos narrativos interesantes.
Daniel Auteuil es uno de los actores franceses más reconocidos a nivel mundial. Una gran parte de ese reconocimiento se debe a su enorme versatilidad: alguien que puede bordar con gran sensibilidad tanto el drama más corrosivo como a la comedia más desopilante. Una amplitud de oficio, sumada a la escuela de haber estado a las órdenes de directores destacados, terminaron por despertarle el instinto de dirigir. Aunque su filmografía detrás de cámaras ya ostenta tres títulos, su cuarto opus, Enamorado de mi Mujer es el primero en llegar a la Argentina.
Daniel, un editor literario parisino, se cruza con su amigo Patrick, quien recientemente dejó a su mujer por una más joven. En ese momento deciden ir a cenar a la casa del primero para que ambos conozcan a su nueva pareja. La llegada de esta mujer despierta las fantasías de Daniel y, desde luego, los celos de su esposa.
Enamorado de mi Mujer no es lo que se dice una propuesta que saque muchas carcajadas, pero propone algunos mecanismos narrativos interesantes. Hay algunas fantasías del protagonista que saltan a la vista como tales, pero hay otras que, mediante un uso inteligente del espacio y del tiempo, agarran al espectador desprevenido. Es una narración que más que mostrar la intención de pasar una fantasía a la realidad, se inclina por demostrar que hay ocasiones donde esa transición no es lo más conveniente. No obstante, hay que decirlo, va encaminando a un desenlace que deja a la historia en una zona de demasiado confort.
En materia actoral, Daniel Auteuil y Gerard Depardieu, en el papel de su amigo, no traen a la mesa nada nuevo que no sepamos de ellos. Ratifican su condición de ser los más sólidos y versátiles actores franceses. Ellos están apoyados por Sandrine Kiberlain, como la mujer del protagonista, aportando una necesaria cuota de histrionismo, en particular cuando discute con el personaje de Auteuil; mientras que Adriana Ugarteapoya con prolijidad en su arquetipo de Venus obnubilando al protagonista.
En materia dirección, Auteuil se muestra eficiente. Si bien de tanto en tanto incurre en movimientos de cámara que llaman demasiado la atención sobre sí mismos, su puesta en escena, como un todo, es elegante. Es un realizador que prioriza el trazo escénico sobre el corte; un montaje que solo obrará de oficio cuando el plano agota todas sus posibilidades.