Las locuras de Jack & Jane
Ni los antecedentes del terceto protagónico y su certificada probidad en las huestes de la comedia romántica remontan el lastre que Nancy Meyers le asesta al opus cinco de su carrera como directora. Lenta, grave, por momentos parsimoniosa, Enamorándome de mi ex (It's Complicated, 2009) es un auténtico despilfarro de potencialidades.
La trama prometía: Jane vive en una casa grande acompañada sólo por la soledad y los recuerdos de un fallido matrimonio con Jake, exitoso abogado que reconstruyó su vida amorosa con una hermosa morocha un par de décadas menor. Pero cuando un hijo de la pareja finalice su estudios en New York y ellos compartan el mismo hotel, un vendaval de pasión reavivará las cenizas del fuego siempre latente de la pasión matrimonial. Lo que empieza como un juego de complicidades y anécdotas deviene en la concreta posibilidad del reestablecimiento del vínculo amoroso que los unió durante más de dos décadas.
Es precisamente durante ese tiempo de seducción mutua y (re)construcción del enamoramiento donde Nancy Meyers juega sus mejores cartas: comedias de enredos, humor físico y algunas pinceladas de romanticismo se mixturan en lo que aparenta ser un perfecta sincronía relojera que incluye a la simétrica redondez de la panza cervecera de Alec Baldwin y su pinta de bon vivant con Porsche; y a Meryl Streep, cada película más luminosa y radiante, más sutil, mejor actriz; todo en una ambiente de liviandad y feliz intrascendencia que por momentos rememora a esa gran comedia de 2009 que fue Julie & Julia (2009), con el amor por el arte culinario y al acto de comer incluido.
Pero la complicación a la que parece referir el título original –el más ambiguo y a priori menos cómico It´s Complicated - no sólo es una posible adjetivación a dicotomía de Jane entre la bonhomía de su arquitecto (Steve Martin, demasiado contendido en su habitual verborragia) o la desfachatez de Jack, vuelto como perro faldero a la contención de su ex mujer, sino al auto-boicot cinematográfico de Enamorándome de mi ex. A diferencia de El descanso (The Holiday, 2006), ese vehículo de andar constante y seguro que trazaba una parábola sobre las vicisitudes del amor, la última media hora es un derrotero de moralina exacerbada, de largos soliloquios. Las palabras son dagas que hieren de muerte a la película cuando transmiten aquello que no pueden las imágenes, defecto más propio de un guión poco depurado que de los actores.
Enamorándome de mi ex tenía todo para convertirse en una película efímera y pasajera, combinación ideal para un comedia veraniega. Pero termina siendo un trago de difícil digestión, como un churro en la playa.