Nancy Meyers, la directora de What women want y Something's gotta give, muestra en su última película un relato mucho más rico del universo romántico de los adultos que pasaron la barrera de los cincuenta. La película retrata a Jane, una mujer divorciada, de muy buena posición, que un día vuelve a sentirse viva en brazos de su ex marido. Es fácil confundirse a priori con esta película y creer antes de verla, o antes de leer una sinopsis como la que se encuentra aquí, que el ex de Jane se transforma en su amante una vez que ella se encuentra de novia con Adam. Lo cierto es que el conflicto a partir del reencuentro con su ex sucede mucho antes de que Adam tenga cierta relevancia en la trama, por lo que el enredo no es el perfecto y cómodo opuesto al más rancio cliché de la comedia romántica, sino un giro bastante saludable, que hace que las situaciones no giren permanentemente en base al terceto principal, sino que todo se nuclea en Jane y en su peculiar vínculo con su ex.
Lo que hace esta elección narrativa es relegar de entrada a un segundo plano a Adam, el personaje encarnado por Steve Martin, y esta decisión puede ser celebrada o criticada. Celebrada porque Steve Martin solo puede aportar un mínimo de simpatía, su oficio de comediante se muestra desgastado, y aquí solo cuenta con una escena de lucimiento, para colmo compartido con Meryl Streep y Alec Baldwin (Jane y Jake, el ex). A diferencia de Martin, Baldwin está a sus anchas, su cuerpo expandido hace años (lejos quedó el galán de su etapa más famosa pero menos interesante) aprovecha cada situación para el lucimiento cómico, llegando incluso a opacar el brillo permanente de la gran Meryl Streep, y logrando que uno como espectador lo ame y lo odie intermitentemente, con un personaje tan embaucador como tierno e impulsivo. Y criticada porque la película parece funcionar tan bien sin el personaje de Adam, que hasta la última parte sólo es un mero relleno, una excusa narrativa que viene a mostrarle a Jane la posibilidad de otra realidad, frente al eventual regreso con su ex.
Habíamos dicho que el reencuentro con el ex, en el momento y en la forma en que se desarrolla, es un giro saludable. Pero esta decisión, que beneficia enormemente a la comedia, y a la candente sonrisa de Meryl Streep, no es la única decisión saludable. También lo es algunos gags muy bien construidos, algunas situaciones que sortean el conservadurismo típico en esta clase de comedias, particularmente el tratamiento de la marihuana como un elemento de la juventud de los protagonistas, que aparece en el intento de Jane y Jake de recuperar la juventud perdida, y que no da lugar a escenas patéticas, sino a momentos de comedia un tanto obvios pero efectivos, y un estupendo secundario a cargo de John Krasinski, que al principio da la sensación de que su personaje, el yerno de Jake y Jane, no tendrá mayor relevancia en la historia, y sin embargo Meyers le termina guardando un rol secundario privilegiado, con escenas cómicas que recaen directamente sobre él, y que sabe llevar sin un histrionismo excesivo. Otra decisión saludable es el evitar caer en muchos lugares comunes. Meyers le da al divorcio el peso que tiene, y no lo relativiza ni lo condena, lo comprende. De ahí que la mejor escena cómica de la película, termina con la confesión de Jake a sus hijos del affaire que mantiene con la madre de ellos, y sus hijos, lejos de gustarles la idea del reencuentro de sus padres, terminan tan traumados como cuando se separaron. Como anuncia el título de la película, algunas situaciones son suficientemente complicadas como para que terminen en finales felices y, sobre todo, fáciles.
Nancy Meyers consigue con esta película lo que ya había iniciado con The holiday, salir de la chatura de las anteriores, y presentar una comedia a la medida de dos grandes actores como Meryl Streep y, especialmente, Alec Baldwin, quien ha comenzado a ser mejor actor desde que aprendió a reírse de sí mismo, aunque Meyers no logra encontrar que el terceto protagónico encuentre un equilibrio adecuado por la excesiva simpleza del personaje de Steve Martin. Con esta película, Meyers demuestra que sabe manejar con buen humor y madurez los conflictos románticos de cincuentones divorciados, cuyo único conflicto parece ser el romántico (fácilmente podemos apreciar el envidiable nivel de vida que llevan), y apelando a lugares comunes pero sin centrarse en ellos, logrando un relato agudo de la compleja realidad de ciertos vínculos, que la película sabe que no son tan fáciles de describir como se supone, pero aún así logra envolverlos con un humor incesante.