No es tan complicado
Como los shoppings, cuyas variaciones arquitectónicas no alcanzan para disimular que todos son iguales (marcas, tiendas, patio de comidas, etc.), muchas de las películas que se estrenan semana tras semana son más o menos iguales. Enamorándome de mi ex es un facsímil de muchas comedias románticas (de gente con mucho dinero) que después de los ’40, ’50 y ’60 no se resignan a volver a empezar en materia sentimental.
Ilegítima y autoproclamada heredera de una tradición lúcida del Hollywood de los ’30 y los ’40, Nancy Meyers (Lo que ellas quieren) podrá creer estar canalizando el espíritu de Lubitsch, Hawks, McCarey, Cukor, y rehabilitar así las pretéritas comedias de enredos matrimoniales (screwball comedies), pero una línea como “Ya le has hecho feng shui a tu vida” denota un empobrecimiento intelectual incompatible con la riqueza discursiva de grandes obras maestras del género como Ayuno de amor y Una pícara puritana, sin mencionar la inoperancia formal de Meyers y su equipo para encuadrar e iluminar.
Meryl Streep es Jane, una próspera chef entrenada en Francia que posee un restaurante de alta calidad, divorciada de Jake (Alec Baldwin), un abogado exitoso con quien tiene tres hijos. A propósito de la graduación de unos de ellos, Jake y Jane tienen una inesperada aventura, lo que precipita una revisión del pasado y quizás un posible futuro. Pero el problema es el presente: Jake está casado con una mujer más joven, y un arquitecto (Steve Martin), que esta rediseñando la casa de Jane, está a punto de cortejarla.
Si Enamorándome de mi ex se puede ver es por la entrega de sus tres protagonistas y algunos pasajes, en especial el que transcurre en una fiesta, un momento legítimo de hilaridad auxiliado por una sustancia prohibida que se fuma y que induce a la incoherencia y a la jovialidad. En efecto, los aciertos de Meyers pasan por su cauteloso hedonismo y lo que consigue de su elenco: la panza peluda de Baldwin, las arrugas de Streep y el rostro envejecido de Martin son pruebas físicas de su honestidad como intérpretes, alivianan los 118 minutos de metraje.
Del título original, “Es muy complicado”, se predica una mirada sobre los vínculos amorosos y familiares. La vida sentimental no es fácil, dice Meyers, aunque con dólares, hierba y un guión caprichoso todo es posible y no tan complicado.