Encanto

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

En su reconciliación con el universo latino, Disney pasó de ambientar Coco (2017) durante las celebraciones del Día de los Muertos en México a narrar Encanto en un pintoresco pueblo de la Colombia profunda, ubicado en un verde valle entre montañas, ríos y bosques. Allí descubrimos a la simpática, inteligente, impulsiva, pero traumada Mirabel Madrigal ¿Por qué traumada? Porque todos en su familia extendida (léase abuela, madre, hermanas, tía, primos) tienen algún poder mágico. La única absolutamente terrenal en la hermosa casona es ella y algunos le hacen sentir esa diferencia no menor.

Como ocurría también en Coco, la figura matriarcal de Abuela -aquí bastante menos simpática y más despótica- ordena la dinámica hogareña y la protagonista se debatirá entre sus deberes y sus ansias de independencia y de trascender los mandatos familiares. Dominada por la culpa, encontrará en determinado momento la posibilidad de redimirse y demostrar su valía.

Encanto regala una animación pletórica de movimiento, colores fuertes propios de una naturaleza exuberante, canciones pegadizas y números musicales que tuvieron en varios casos el aporte del prolífico Lin-Manuel Miranda, quien parece no puede faltar en ningún proyecto donde se aborde alguna temática latina.

Más allá de contar con protagonistas en su mayoría femeninas y de fuerte personalidad, Encanto cede a la tentación del pintoresquismo y los estereotipos latinoamericanos. La madre de Mirabel, Julieta (la voz de Angie Cepeda), tiene la habilidad de curar a las personas... cocinando.

El trasfondo de la historia ligado a las penurias de los inmigrantes ilegales es parte del subtexto políticamente correcto de una película concebida con indudable pericia técnica y narrativa, aunque también con cierto cálculo y algo de fórmula que la distancian de los mejores exponentes del estudio Disney.