El moscardón de la conciencia
Enemigo invisible narra el dilema de una coronel que debe tomar una decisión clave en un ataque preventivo con drones contra un terrorista.
Escenarios distantes son unidos por la tecnología más sofisticada: la base en Estados Unidos, la sala de observadores en Inglaterra, el cuartel en Kenia, el cuarto donde el piloto de drones Steve Watts (Aaron Paul) ejecutará el ataque. Lidera la operación la coronel Katherine Powell (Helen Mirren). Enemigo invisible, de Gavin Hood, pone en escena una formidable jugada bélica contra terroristas de primera línea, enquistados en un barrio de Kenia.
El ataque preventivo se convierte en el lugar donde confluyen distintas posiciones con respecto a la guerra y los efectos colaterales. Un hecho simple, imposible de dominar a distancia, complica la operación, circunstancia que exaspera a la coronel. La mujer intentará forzar las voluntades de sus pares ingleses y los altos mando políticos para lograr el objetivo: volar la casa donde se prepara el terrorista suicida.
La potencia de la película de Hood reside en el manejo de la tensión, la fotografía y la novedosa perspectiva de visión que involucra al espectador. El drone es el ojo en el cielo; el avión comandado a distancia, el arma.
Una niña que vende pan como todos los días se interpone entre el misil y el objetivo. De ahí en más, los adultos que manejan la guerra se enfrentan a un dilema con distintos grados de conciencia. "Estamos metidos en una cadena de muerte", dice Powell, con Mirren en un rol que logra apenas con el rostro. Su par inglés es el formidable y recordado actor Alan Rickman, en su último trabajo.
Se destaca Aaron Paul, como el piloto que no puede escapar al horror de la obediencia debida. Los efectos colaterales se multiplican, en el límite de lo legal, lo soportable, lo justo y lo humano.
La pequeña Alia baila con su aro mientras la hipocresía domina el mundo. La película solo echa un manto de piedad sobre la crueldad de los más poderosos.