Daños colaterales
¿Vale la pena perder una vida para salvar ochenta? ¿Cuánto daño colateral es “aceptable” en medio de una guerra? ¿Es mejor arriesgarse a matar para prevenir un ataque terrorista o conviene esconder y dejar pasar por una cuestión propagandística? Estas son algunas de las preguntas que se plantean en “Enemigo invisible”, que se centra en plena guerra contra el terrorismo. La película del sudafricano Gavin Hood arranca con la frase “la verdad es la primera víctima de la guerra”, y a partir de ahí los interrogantes cobran más fuerza. Helen Mirren interpreta a una coronel británica que dirige las operaciones contra un grupo terrorista que planea un atentado en Kenia. El plan inicial es capturarlos, pero con medios tecnológicos de avanzada descubren que el ataque suicida es inminente, entonces deciden atacarlos directamente con un misil lanzado por un drone del ejército de EEUU que sobrevuela Nairobi. El tema es minimizar el daño colateral antes de dar la orden, y las tensiones entre las cadenas de mando se intensifican al máximo cuando descubren que una niña está muy cerca de la zona a atacar. La película es minuciosa y se toma su tiempo para mostrar los imponderables de una operación militar, los obstáculos legales y los debates políticos que se ponen en juego cuando se toman decisiones en minutos sobre la vida y la muerte. El director maneja un tono realista, sin desbordes ni golpes de efecto, y los diálogos son precisos y directos (gran mérito del guionista Guy Hibbert). Sin embargo, la tensión de thriller realista se afloja y se estira demasiado cuando el dilema moral, en un punto, empieza a parecer poco creíble en relación a la decisión a tomar. Esto se termina reflejando en el final, que es previsible, aunque no deja de ser conmocionante.