El juego biopolítico.
El último film de Gavin Hood, Enemigo Invisible (Eye in the Sky, 2015), es la respuesta inglesa a la fallida Máxima Precisión (Good Kill, 2014), del director neozelandés Andrew Niccol. La película dirigida por el sudafricano Hood y escrita por el inglés Guy Hibbert es un excelente análisis biopolítico sobre las operaciones militares y la intervención de las nuevas tecnologías en las mismas.
La Coronel Katherine Powell (Helen Mirren) dirige las operaciones contra un grupo terrorista que planea un atentado suicida en la capital de Kenia, Nairobi. La misión de Powell es capturar a los líderes de la organización que se reunirán en una casa en el centro de la ciudad africana. Con tecnología de avanzada intentan identificar a los objetivos pero el plan se complica y uno de los agentes debe entrar en el barrio que la organización terrorista controla para confirmar la presencia de todos los implicados. El propósito original cambia drásticamente y los líderes políticos debaten acaloradamente el nuevo plan de acción.
El guión hace hincapié en los obstáculos legales a los imponderables de las operaciones militares, llevándolas hasta los límites para cuestionar, ridiculizar y exponer todas las variantes y los discursos sobre el tema. Los debates sobre los daños colaterales llegan hasta el absurdo poniendo en juego una discusión ética, moral y jurídica, contrapuesta de forma brillante a la lógica militar.
Los artefactos tecnológicos y el debate sobre la prevención de ataques terroristas conjugan en un mismo paradigma las cuestiones sobre la técnica y la biopolítica, apoyándose ambas una sobre la otra como base tanto del discurso antiterrorista como de las acciones de control. En los restos de la retórica encontramos los deleznables sistemas de valores y los entramados filosóficos que dominan la política del nuevo imperialismo, basada ahora en argumentos legales que se traducen bajo necesidad en acciones militares.
Las actuaciones de todo el elenco construyen muy bien tanto el sinsentido como las contradicciones que las políticas antiterroristas introducen en la sociedad, destacándose el gran desempeño de los veteranos Helen Mirren y Alan Rickman como dos militares ingleses de alto rango. El guión hace que cada personaje tenga más que un rol una posición que cumplir en el entramado discursivo del opus de Hood.
Enemigo Invisible no deja cabos sueldos. Todos los puntos son diseccionados hasta encontrar sus falencias al contraponerlos con otros discursos, revelando las contradicciones y las paradojas. La política es concebida como un juego en el que la vida está en la balanza esperando por una decisión que nadie quiere tomar. Finalmente, la responsabilidad moral se diluye en los resquicios legales para convertirse en propaganda ideológica mientras las bombas caen.