Cuando los lindos y las lindas también sufren
Director de varias de las comedias románticas más icónicas de los 90 (Mujer bonita, Frankie y Johnny, Novia fugitiva), Garry Marshall sigue cumpliendo con obstinada perseverancia la que parece ser su misión en el mundo. Esto es, reunir en cada película una cantidad mayor de celebridades con el objetivo de mostrar que los lindos y las lindas también sufren. Los de su anteúltimo trabajo, Año nuevo, lo hacían por la falta de una media naranja en vísperas de la medianoche del 31 de diciembre. Las de Enredadas... pero felices! (sí, el horroroso título local incluye puntos suspensivos y sólo el signo de exclamación de clausura), en cambio, por el sinfín de complejidades que conlleva la maternidad. Complejidades operativas, pero sobre todo emocionales, bien en línea con la inminencia del Día de la madre. Que esto último no obligue a mirar el calendario: en Estados Unidos -y, por ende, en todo el mundo del cine- la celebración es el segundo domingo de mayo y no el tercero de octubre, tal como ocurre aquí.
El procedimiento podría reducirse a imaginar una de esas comedias leves –levemente dramáticas, levemente humorísticas, levemente todo– compuestas por microhistorias entrelazadas que suelen trascurrir en Nueva York o Los Angeles en plena época de San Valentín o Navidad, pero situándola en Atlanta unos días antes del de la Madre. Las piecitas del rompecabezas presentan las variaciones de rigor que el cambio de los vínculos de pareja por los maternofiliales impone. Así, el listado de estrellas que se agrupan en pantalla durante casi dos horas incluye a Jennifer Aniston como una madre divorciada y autosuficiente enterándose que su ex está en pareja con un camionazo de veinticortos; a una Julia Roberts con peluca carré en plan vendedora televisiva de artículos varios; a Kate Hudson enfrentándose a la inesperada visita de sus padres recontra texanos (y rednecks, por extensión) que no saben que está casada con un indio y que la otra hija es lesbiana; a esa muñequita de torta que es Britt Robertson como una primeriza que duda de los sentimientos a su chico, y a Jason Sudeikis lidiando con dos hijas después de la muerte de su esposa militar (¿?).
El índice de lindura por escena alcanza niveles estratosféricos cuando Robertson, Aniston y Hudson coincidan en un parque junto a sus vástagos. De allí en más, nunca quedará del todo claro si Enredadas es una película, la publicidad trasnacional de un banco o la más lisa y llana concreción de la dominación aria. Situadas casi siempre en casonas de ensueño y pletóricas de imágenes diáfanas, las historias irán entrelazándose con la habitual solvencia del cine de Hollywood, hasta arribar a una sucesión de desenlaces hilados por la salvaguarda y/o redención de todos los protagonistas.