No tengo muy en claro el por qué, pero Garry Marshall es una suerte de sinónimo de la gran comedia, especialmente romántica, hollywoodense. El hombre tiene a sus espaldas uno de esos clásicos indiscutibles como lo es Mujer Bonita (le pueden decir lo que quieran, fue un hit y es una referencia absoluta), y además… bueno, algún que otro título conocido, o placer culposo de unos u otros como pueden ser El Diario de la Princesa 1 y 2, Eternamente amigas, Novia Fugitiva, Nada en común, Franky & Johnny, u Hombre nuevo vida nueva. Más allá de esos, hay una fructífera carrera en títulos que queremos olvidar; y más de uno, algunos de las películas que nombre también quisiéramos olvidarlas.
Especialmente, el Siglo XXI no le ha pegado bien al hermano de la mucho más talentosa Penny Marshall; sus películas se han vuelto un reservorio de viejos estereotipos, estilos de vida, y falsas morales que huelen a mal añejadas; y esta Enredadas… ¡pero felices!, que llega antes a estas latitudes que a su país de origen, está lejos de ser un giro de excepción.
Continuando con sus dos películas anteriores, Día de los enamorados y Año Nuevo, Marshall se dedica nuevamente en Mother’s Day (su título original mucho más acorde) a narrar una cúmulo de historias en formato coral, juntando un seleccionado de estrellas – varias que están en el banco de suplentes hace un tiempito –, alrededor de una festividad social X; en este caso el día de las madres.
Falta una semana para que llegue la festividad, y a más de uno los conflictos se le revolucionan. Jesee (Kate Hudson), en pareja con un hindú y Gaby (Sarah Chalke) que es gay, ocultan a su madre prejuiciosa sus parejas. Sandy (Jennifer Aniston) se disputa el amor de sus hijos con la nueva pareja de su ex más joven que ella. Miranda (Julia Roberts) es una presentadora telemarketer televisiva que abandonó los planes familiares privilegiando su carrera. Bradley (Jason Sudeikis), viudo, sufre porque este será el primer día de las madres para él y sus dos hijas sin su esposa. Kristin (Britt Robertson) tiene que afrontar su fobia al casamiento por haber sido abandonada por su madre biológica.
Como ven, cada una de las historias individuales, han sido contadas infinidades de veces, y en películas con más desarrollo que esta.
Entre Marshall y los ¡¡cuatro!! guionistas se dedican a plantear un estilo de vida ideal, respetar todos los mandatos familiares y la posibilidad de arrepentirse para quien no lo haya hecho. Todos son lindos, tienen bríos, salidas espontáneas, y aunque alguno que otro no pase por un buen momento económico, a ninguno se le complican demasiado las cosas por ese lado.
Algunas de las historias, a decir verdad la mayoría, inclinarían más la balanza para el costado del drama, pero no, el guión y el tono se empecina en que esto sea una comedia, aunque los gags efectivos sean pocos.
En cuanto a las actuaciones, es de esperarse que entre tanto actor con trayectoria, alguno haga bien su tarea. La mayoría se repite a sí mismo, les vemos hacer los mohines que hacen aun cuando no están interpretando a un personaje. Por ejemplo, Aniston dependerá cómo le caiga a cada uno la actriz, lucho y lucho – bueno no tanto –, pero no puede dejar de ser la Rachel de Friends; imaginen si Rachel se separase de Ross y este se casase con alguien más joven y ya tienen su historia. Hudson lidia con un personaje que no parece ser para ella, igual es de las que sale mejor parada. Sudeikis está en plan John Cusack en Grace is Going, esta historia es la muestra de que esto debería ser un drama, pero como Sudeikis es comediante, bueno imaginen. Julia Roberts mira a cámara, pide a gritos que la saquen de esta película – ¿dónde están los contratos con Lancome cuando los necesitamos? –, se ve incómoda, desganada y cansada y sin embargo debe ser lo más gracioso y efectivo de toda la película. Sumémosle a los nombrados a Timothy Olyphant, Margo Martindale, Jon Lovitz, y por supuesto no podemos perdernos el juego “Buscando a Héctor Elizondo” en toda película de Garry Marshall.
Vetusta, falaz, molesta, y poco efectiva en la comedia y más en el drama; Enredadas… ¡Pero felices! Se convierte en algo que con suerte será olvidable al poco tiempo de terminar de verla. Piensen que en 1981 había otra película con el mismo título original Mother’s Day que resultaba mucho más transgresora que su homónima treinta y cinco años antes.
Si sigue pensando en revisar festividades, para su cuarto intento, Marshall debería pedirle urgentemente consejos a Richard Curtis sobre cómo hacer un verdadero relato coral sobre el amor en todas sus formas.