Esta producción se encuadra de lleno en el “mainstream” yankee, entendido esto como designando los trabajos que cuentan con grandes medios para su producción y comercialización que llegan con gran facilidad al público en general, sin necesidad de pensar, con efecto inmediato.
Garry Marshall es un especialista en comedias, con más de quince títulos en su haber, siendo “Frankie Johnny” (1991) su mejor trabajo, eso gracias a sus protagonistas Al Pacino y Michelle Pfeiffer, antes y después deambuló por la medianía general, lo que no significa que no sepa contar una historia, sino que todo lo que hace es de manual, previsible, chato.
En éste caso continúa por esa senda.
Historias cruzadas en los días anteriores al Día de la Madre y su conclusión en la gran fecha. Sandy (Jennifer Aniston) es una mujer de alrededor de 40 años que supo hacerle frente a las vicisitudes de la vida tras su separación. Esperanzada del retorno de Henry (Timothy Olyphant), su príncipe azul, debe luchar por mantener la cordura, seguir siendo la madre que es, cuando su ex se casa con una mujer más joven que ella, Tina (Shay Mitchell), quien competirá por el amor de los hijos de su marido, como si fuese una otra madre. (Opinión al margen, por más que Shay sea una modelo de moda en la actualidad, Jennifer en belleza le lleva varios kilómetros de ventaja).
Adivine como termina
Miranda (Julia Roberts) es una presentadora estrella de una importante cadena de TV, soltera y sin compromiso. La vida profesional aparentemente le sonríe, y cree que lo tiene todo. Pero el pasado se le hace presente en formato de hija adulta a punto de ser madre.
Por el contrario, Jesse (Kate Hudson) vive por y para su marido indio, al que oculta de sus propios progenitores, que son el monumento iconográfico de la discriminación, su hermana, que vive enfrente de su casa, en cambio salió del “placard” y formó pareja con una mujer madre de un niño al que ella adopta y le da su apellido.
Lo que no saben es que estos ejemplos de “trogloditas” van a hacerse presente justo el Día de la Madre ante sus ojos horrorizados al enterarse de lo que se enteran deciden huir, pero un nieto y otros accidentes hacen que se deban quedar.
Adivine como sigue esta historia.
Por otro lado tenemos a un personaje en duelo patológico por la muerte de su esposa, Bradley (Jason Sudekis), quien teme que llegue el Día de la Madre, pues será el primer año que él y sus dos hijas, una adolescente con necesidades biológicas a flor de piel y con noviecito en la puerta, y su hermana, una pre-puber que no se sabe porque está en el filme, que el trío debe enfrentarse, y es el primer Día de la Madre que se celebra desde que la santa irremplazable falleció.
Bradley, candidato ideal para otras muchas viudas, separadas, divorciadas, madres solteras, no sólo tiene que salir adelante sin ayuda femenina, sino que además debe que enfrentarse a toda esta jauría del sexo femenino en celo, (así están presentadas, no es una opinión de quien escribe estas líneas), pero conoce por casualidad a Sandy.
Previsible hasta el hartazgo, de estructura clásica en cuanto a guión, sin nada que sobresalga de lo paupérrimo, sólo las actuaciones están por encima del resto de la producción, pues no hay un gag que promueva la sonrisa, con escenas puestas nada más que en situación de balance hacia los momentos tristes dentro de una vida lavada como la que llevan todos los personajes.
El guionista parece haberse enredado entre estas y otras historias que también se cruzan con las que conforman la columna vertebral, transformando esto es un gran ensalada “Waldorf”, porque transcurre en los EEUU, también podría definirse como un gran “Revuelto Gramajo” o una perfecta “Ensalada Rusa” audiovisual.
Todo contado en interminables casi dos horas. Si al final no huyó despavorido, aparecen escenas por fin divertidas que son los errores dentro de la filmación. Sin embargo, el final... final, la última imagen casi me transforma en Anton Chigurh, el asesino personificado por Javier Bardem en “No es país para Viejos”(2007).