En la búsqueda de la emoción por el camino del cliché
Garry Marshall, director de Mujer bonita, entre otras comedias románticas, encontró hace unos años una fórmula que seguir: hacer películas corales, con actores famosos, centradas en una festividad. Primero fue el Día de los Enamorados, después Año Nuevo y ahora es el turno del Día de la Madre, título original de Enredadas? pero felices. Más allá del resultado que hayan tenido en la taquilla, ninguna de estas películas fue muy buena y Enredadas... no es la excepción.
El dream team de Marshall está encabezado, esta vez, por Julia Roberts, Jennifer Aniston, Kate Hudson y Jason Sudeikis. La actriz de Mujer bonita hace un pequeño papel como una exitosísima vendedora de productos por televisión que dice que nunca fue madre, pero guarda un secreto. Aniston es una madre divorciada que tiene que lidiar con que su ex marido (Timothy Olyphant) se haya casado de nuevo y con una mujer mucho más joven. El conflicto del personaje de Kate Hudson surge de estar escondiéndole a su madre, de tendencias racistas (Margo Martindale), que se casó con un médico indio y tienen un hijo. El comediante Sudeikis tiene a su cargo, extrañamente, la historia que más apunta a lo emotivo, ya que interpreta a un viudo con dos hijas que no logra superar su pérdida.
El elenco de la película no puede ser más delgado y hermoso; las casas son divinas y los conflictos se solucionan casi sin esfuerzo. Esa construcción de fantasía puede ser parte de lo mejor que nos ofrece el cine, esa magia que se produce en películas de Nora Ephron o incluso algunas de Nancy Meyers. Pero en Enredadas... es sólo parte de la superficialidad con que se trata todo, incluidas las relaciones tan complejas y llenas de sentimientos como las de las madres y sus hijos, y las de las parejas.
Pese a contar con un elenco talentoso y una producción con muchos recursos, Marshall hizo una película con chistes muy básicos y que busca la emoción desde el cliché.