Un flojo mundo de buenas intenciones
Enredadas…pero felices, cuyo título original es Mother’s Day, es decir “Día de la Madre”, es la tercera parte de una saga de films dirigidos por Garry Marshall (Mujer bonita, entre otras) sobre días festivos supuestamente importantes para la clase media norteamericana. Es cierto, si algo se puede subrayar sobre los sectores burgueses de la sociedad norteamericana, además de lo claros problemas alimenticios de sus ciudadanos y su deliberado desprecio por la existencia del resto del mundo, es que son increíblemente exagerados y solemnes con respecto al honrar los días festivos.
Marshall vuelve a poner en juego las mismas herramientas de siempre, por un lado recicla la estructura de sus dos anteriores películas (Día de los enamorados y Año Nuevo). Es decir, films corales donde múltiples historias se entrecruzan, más o menos, de acuerdo al capricho de los guionistas. Y por otro lado agrega un elenco amplio y reconocido unido a su cosmovisión particular, mundos repletos de personas con infinitas buenas intenciones.
Rápidamente podemos intuir cuáles serán los problemas de una película de este estilo, sobre todo desde lo narrativo. En el caso de Enredadas…pero felices estamos ante un clásico film coral desparejo y forzado de Garry Marshall. Aquí los personajes protagonistas son los únicos que tienen cierto relieve, sobre todo el personaje de Jennifer Aniston. Los secundarios son apenas definidos por una característica, como por ejemplo la madre racista de Jesse (Kate Hudson), y también su marido que lo único que hace es enojarse exageradamente con la gente que le miente. Lo mismo le pasa con las historias, sin ser una maravilla la del personaje de Jennifer Aniston, que dicho sea de paso es la que mejor está en cuanto la actuación ya que le dan un tipo de personaje que puede interpretar de taquito, es la que mejor cuadra, al menos desde la lógica aristotélica. Se conecta casi naturalmente con el resto de las historia y además, al menos su personaje, realiza un recorrido o transformación psicológica con un final adecuado mas allá de lo cursi que pueda ser. En contraposición está la horrible historia Kristin (Britt Robertson), la peor por lejos de toda la película. Kristin tiene dos conflictos que aparentemente están conectados en su subconsciente, por un lado vive en pareja y tiene una hija pero tiene miedo de casarse, y además carga con el peso de haber sido abandonada por su madre biológica cuando era una bebé. De repente, decide conocer a su madre biológica que resulta ser Miranda (Julia Roberts), una especie de Susana Giménez del universo de la película que tenía excusas perfectamente razonables para nunca haberse puesto en contacto con ella. Marshall aquí quiere decirte que a pesar de que seas una madre que abandona o un poco racista, ante todo sos una madre por lo cual hay bondad en vos. En fin, resuelta esta tara emocional, Kristin va y se casa con su novio inglés comediante, que además gana un concurso de stand up sin hacer un solo chiste. Vergüenza.
El último pecado que podemos achacarle a Garry Marshall es el de desaprovechar al bueno de Jason Sudeikis, en una historia de un viudo que tiene que hacer de madre y que no le sale. La historia es tan aburrida y carente de ideas que en una parte del diálogo su hija Rachell (Jessi Case) le dice que antes era divertido porque hacía chistes constantemente. Lo mismo decimos por acá.
Enredadas…pero felices es sobre todo despareja y por momentos bastante mala, aunque no lo suficiente como para llenarnos de ira. De hecho, aquellos que cultivamos el cinismo en nuestros espíritus estamos esperando que Garry Marshall haga una comedia coral sobre el 11 de septiembre, iremos a verla y nos sentaremos tranquilos a ver el mundo arder.