Enredados

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

La extraña de pelo largo

Después de las parodias del género de la trilogía de Shrek , era difícil imaginar un cuento de hadas que retornara al esquema clásico. Sin embargo, Disney lo hizo, otra vez. Enredados , el filme número 50 de animación de Disney, retoma la tradición del cuento de hadas en dos sentidos: en la historia, inspirada en el cuento popular Rapunzel de los hermanos Grimm; y en la forma de narrar, que evoca a antecesoras como La Cenicienta o Blancanieves.

Como todo cuento de hadas, los ingredientes de la pócima están presentes: una princesa en apuros, una villana egocéntrica, y un príncipe azul. Claro que hay ligeras variantes a los personajes originales, ya que el príncipe es en realidad un ladrón de poca monta, la princesa no quiere esperar rescate sino rescatarse solita, y la villana no tiene poderes, simplemente es mala. Se suman dos personajes secundarios que, sin hablar ni una línea, aportan el humor: el compañero fiel de la heroína, un camaleón histérico y temerario; y un caballo recto como un sheriff.

Con mano de John Lasseter (la cabeza de Pixar), ni la animación ni el relato son realistas, y eso se agradece. También se agradece que el filme no sea una sucesión ininterrumpida de chistes, sino una película de amor y aventuras, en la que el humor acompaña. Además, el conflicto de la joven Rapunzel, que nunca salió de la torre ni fue a la peluquería, no se acota al de la princesa que quiere casarse y comer perdices, está planteado desde la rebeldía de una joven que decide abandonar sus miedos y enfrentarse a la autoridad.

La historia entretiene, emociona y divierte, con picos dramáticos y un repertorio de canciones. Enredados es una película para deleite de chicos y no tan chicos, y tanto el filme como la protagonista están a la altura de clásicos como La Sirenita o La Bella y la bestia . Hacia el final, los cambios en el desenlace son respecto al cuento tradicional (trágico y truculento como todos los de los Grimm) y no traicionan el espíritu de la historia. Si no tenés hijos o sobrinos, es hora de ir buscándote un niño como excusa para llevarlo al cine.